En el quinquenio que va de 2017 a 2021 la biblioteca del centro cultural Koldo Mitxelena de San Sebastián prestó una media de 5,5 libros mensuales de Pío Baroja. La cifra es baja o alta depende con qué, o con la de quién, se compare.
Con Atxaga, entre otros, espera contar el Ayuntamiento de San Sebastián para este aniversario. El primer «gesto» del consistorio tendrá lugar este 23 de abril en el Día del Libro con un paseo literario teatralizado. Ya en noviembre, se profundizará en su obra en el festival Literaktum. La Diputación de Gipuzkoa se ha planteado organizar asimismo unas jornadas en otoño y el Gobierno Vasco está estudiando por su lado impulsar algún tipo de publicación en colaboración con otras entidades. «Este año se va a ahondar un poco más en su figura, pero lo cierto es que Baroja siempre ha estado presente en las actividades de Donostia Kultura», ha asegurado a EFE el concejal donostiarra de ese área, Jon Insausti.
En la disociación entre hombre y escritor, gana de largo el segundo. Al autor de La busca se le han dedicado trabajos en los que no sale precisamente bien parado, en los que se le muestra como un reaccionario, antisemita y antidemócrata. Otro de los adjetivos que acompañan a Baroja es el de misógino, algo «absolutamente falso», afirma Joaquín Ciáurriz, impulsor del proyecto editorial «Baroja y yo», en el que se apoyará Donostia Kultura para su programa barojiano. Eduardo Mendoza, Soledad Puértolas, Jon Juaristi, Luis Antonio de Villena, Andrés Trapiello, Raúl Guerra Garrido y Sergio del Molino se encuentran entre el grupo «variopinto» de profesores, periodistas y escritores que participó en esa aventura editorial, «que tuvo más de romántica que de otra cosa», según ha asegurado Ciáurriz a EFE. Bajo el sello Ipso, entre 2017 y 2019 reunió los textos de todos ellos en una colección de 26 volúmenes, uno de los cuales, Órdago – Hor dago, firman Bernardo Atxaga y Joxe Mari Iturralde.
Atxaga remarca que Baroja fue «importantísimo» para él en la adolescencia. «Hablaba de paisajes, de historias que estaban cerca, y siempre he pensado que lo cercano es ameno. Estuve a punto de suspender una asignatura porque me pasé toda la noche leyendo Zalacaín el aventurero«, comenta. Pero no comparte su ideología y añade que, «fue un hombre que se aisló, o lo aislaron, y ese aislamiento visto desde hoy no ayudó mucho a su figura. Las personas que están aisladas al final quedan a merced del poder, y él quedó muy a merced de los que en ese tiempo mandaban», señala el autor de Obabakoak. Ve en Baroja «una gran virtud» que siempre le ha «atraído», la de alguien que era «todo lo contrario a una persona creída». «Se quitaba valor, y esa parte de él es interesante en un mundo de fanfarrones como el de hoy», apostilla.
Zalacaín el aventurero es una de las obras «fundamentales» que el responsable de Ipso Ediciones recomienda a los lectores jóvenes para entrar en el universo barojiano junto a Las inquietudes de Shanti Andía y El árbol de la ciencia. Para desmontar «el tópico de la misoginia», Ciáurriz aconseja Laura o la soledad sin remedio, pero no obstante cree que mejor es leer antes Los Baroja, las memorias familiares de su sobrino nieto Julio Caro Baroja para conocer al escritor «en su entorno». El prestigioso antropólogo escribió también Semblanza de Pío Baroja, un texto en el que remarca que su tío fue a la persona que más admiró en su vida, una biografía sincera y subjetiva que habla de un individualista que «buscó refugio en la soledad», que «no se movía con soltura en medios oficiales, ni entre personas de las que influían más en la vida del país», y del que desliza un rasgo inquietante, su «antipatía instintiva por la gente muy morena, de pelo rizado, de facciones muy dibujadas». Dio forma a esta semblanza intentando que no le influyera lo que otros habían dicho de don Pío, incluidos «panegiristas» y «detractores», que lo hicieron «casi siempre abusando de la nota tremendista».
Baroja, está claro, fue un gran escritor y como todos, un hombre imperfecto. Para unos demasiado, para otros menos.
La frase «Dime de qué presumes y te diré de qué careces» se vuelve al revés con Don Pío Baroja: «Dime de qué careces y te diré de qué presumes». Muy pocos pueden promulgar tal humildad veraz.