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Volver al placer de la literatura

Volver al placer de la literatura

Ediciones Invisibles lanza una colección de grandes clásicos de la literatura en pequeño formato. Se trata de novelas breves de enorme calidad que se leen de una sentada. Muchos de los títulos elegidos, además, estaban descatalogados o permanecían inéditos en nuestro país.

En este making of Blanca Pujals explica los motivos que le llevaron a crear la colección Pequeños Placeres (Ediciones Invisibles).

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La idea de los Pequeños Placeres nace por la propia experiencia lectora y prescriptora de libros a mis amigos. Estudié Derecho en la Universidad Pompeu Fabra y mis amigos en general son abogados, farmacéuticos, ingenieros, economistas… Cuando acabamos la carrera y disponíamos de más tiempo para leer, muchos quisieron recuperar el hábito de la lectura y me pedían libros. Me di cuenta de que cuando les dejaba nouvelles tenían mucho éxito y me pedían más. En cambio, cuando eran libros de más de 200 páginas, no me los acababan devolviendo y se estancaban. Además, me comentaban que cuando iban a la librería no sabían encontrar este tipo de libros, se veían saturados por la sobreoferta, y acababan comprando cualquier best seller y desanimados con la lectura. Cuando empecé el Máster de Edición en la UPF tuve rápidamente la idea de los Pequeños Placeres, porque existía la demanda de una colección de novelas breves de calidad que te hiciera ya la selección de esos títulos que se leen de una tirada. Además, muchos estaban inéditos o descatalogados, ya que aquí casi no había tradición editorial de novela breve.

Lo más importante a la hora de construir el catálogo es el compromiso con el lector. Como editora, les ofrezco libros que han de cumplir siempre dos criterios: ser libros de alta literatura y que enganchen, que te los leas de una “tirada” y tengas ganas de leer más. También hemos procurado que sea un catálogo variado: literatura francesa, rusa, italiana… De hecho, una de las cosas que nos hace más ilusión es que mucha gente se ha atrevido a entrar en literaturas extranjeras muy diferentes y que daban cierto respeto gracias a los Pequeños Placeres, que están sirviendo de puerta de entrada. Nos encanta que la gente se anime a coger una novela gorda de Turguénev o Tolstoi porque les ha encantando un Pequeño suyo.

"Mucha gente se ha atrevido a entrar en literaturas extranjeras muy diferentes y que daban cierto respeto gracias a los Pequeños Placeres, que están sirviendo de puerta de entrada"

Tenía muy claro cuando planteé el proyecto que la estética era un punto muy importante. Tenía que ser diferente a todo lo que se estaba haciendo, muy elegante y atractivo, que diera la sensación de llevarte un producto de lujo pero con un coste bajo. Y tenía que ser muy identificable, eso era esencial para mantener el vínculo de confianza con el lector. El lector ha de poder entrar en la librería e identificar rápidamente la colección: como ya confía en el catálogo, puede coger cualquier libro de la colección con la seguridad de que le gustará más o menos el tema, pero que no perderá el tiempo. Me llegué a obsesionar con los márgenes, las tipografías, tipos de papeles… que el interior fuera un equilibrio perfecto entre elegancia y comodidad. La gente critica mucho lo de “no debes comprar un libro por su cubierta” pero… ¿por qué no? Al fin y al cabo, una cubierta cuidada es síntoma de que el editor le ha puesto todo su esfuerzo y amor. Además, considero que tengo el privilegio de editar libros de autores que admiro muchísimo, por lo que intento que cada cubierta sea digna de ellos y que incluso les hubiera podido gustar.

Por ejemplo, El trigo tierno, de Colette, siempre se había editado con cubiertas de adolescentes en un campo verde. La obra pasa en la Bretaña y en muchos pasajes van a pescar y recogen caracolas de mar y conchas. Además Colette usaba conchas que recogía en la playa como pisapapeles en su casa de verano. Tuve clara la cubierta. Muchas veces la gente cuando compra el libro no entiende el porqué de la cubierta, solo la encuentran bella. Pero cuando lo acaban siempre le encuentran el sentido.

Los Pequeños Placeres han conectado muy bien con las necesidades de los lectores actuales: muchos no tienen prácticamente tiempo para leer, solo un viaje en tren o un vuelo, los domingos por la tarde… y de una semana para la otra se olvidan los temas y personajes. Gracias a los Pequeños pueden leer libros de una tirada, volviendo al placer de la lectura y recuperando el hábito. Nuestra competencia no son las otras editoriales, es la demás oferta de entretenimiento, como redes sociales, plataformas audiovisuales… que compiten por lo mismo: el poco tiempo libre del que disfrutamos.

Los Pequeños Placeres te ofrecen una escapada: son una ventana a un tiempo, un lugar y un momento. Te permiten durante un par de horas ser espectador de una historia en la Rusia zarista, en el París de Balzac, en la Bretaña de los años 20…

"Estamos muy contentos con la acogida de los lectores. Algunos de nuestros pequeños ya van por la 3ª o 5ª reedición, que en los clásicos es un milagro"

También hemos emprendido una cruzada: desestigmatizar los clásicos. Creemos que los clásicos son libros que han superado los años y que han seducido a muchas generaciones de lectores. Es una prueba de su calidad y no un sinónimo de “tostón”. Al contrario, para nosotros un clásico es un valor seguro. Teniendo poco tiempo, como tiene el lector actual, queríamos ofrecer en nuestra colección la seguridad que aportan los clásicos: evidentemente, te gustará más o menos la trama, pero nunca jamás tendrás la sensación de haber perdido el tiempo.

Estamos muy contentos con la acogida de los lectores. Algunos de nuestros “pequeños” ya van por la 3ª o 5ª reedición, que en los clásicos es un milagro. Antes de Navidades sacaremos el Pequeño Placer número 32, de una autora que amamos y que ha gustado mucho en la colección: Edith Wharton.

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Raoul
Raoul
18 ddís hace

Magnífica iniciativa, tanto que me dispuse a ver en YouTube una entrevista con la editora, pero no pude porque parlaba en catalán… con subtítulos en catalán. (En cuanto al tema, siempre espinoso, de las traducciones, sólo ver el nombre de Marta Rebón como traductora de Chéjov me hace temblar al pensar en la posible escabechina…)