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Volveréis: La excelente separación superbien de dos bohemios

Volveréis: La excelente separación superbien de dos bohemios

Foto de portada: Lisbeth Salas – Los ilusos films

Continuación de las historias de desplante que iniciaron su filmografía con Todas las canciones de amor, así como de cierto tedio urbano del verano madrileño de La virgen de agosto, Volveréis narra la separación “superbien” y civilizada de una pareja de artistas cinematográficos (él es actor, ella directora) que deciden montar una fiesta por su ruptura.

"La película se explica a sí misma, es cierto, e incluso parece consciente de sus pecados, preguntándonos a nosotros si lo somos de los nuestros"

¿Ejercicio de cinismo u optimismo desatado de dos idiotas entregados a un simulacro en el que nadie siente ni padece? Puede ser, pero la crisis de la mediana edad que acecha a estos dos entrañables zoquetes del sector del artisteo sirve a Trueba para, en todo caso, elaborar un rompecabezas de cine dentro del cine en el que las secuencias de la película de ella parecen solaparse con la historia real, amortiguando la impresión que nos pudiera generar la repetitiva pareja.

Lo que podría haber resultado un ejercicio de autocomplacencia, dada la procedencia indisimulada de Trueba —todo es, para colmo, idea del padre de ella… interpretado por Fernando Trueba—, deviene sin embargo en un recurso irónico y poético sin igual y donde nace la verdadera melancolía y sentimiento de Volveréis, que sirvió al director para debutar en Cannes. La película se explica a sí misma, es cierto, e incluso parece consciente de sus pecados, preguntándonos a nosotros si lo somos de los nuestros. Pero lo hace de manera articulada, nunca cansina: los únicos momentos en los que Trueba parece añadir melodrama siempre sucede algo que descubre el artificio cinematográfico, desde un movimiento de cámara a la repetición de una escena en un monitor, convirtiendo en metaficción una película preñada de ambigüedades, que no sabe si es un círculo o una línea recta, como una pareja que no sabe si seguir o romper.

"Referencias a Blake Edwards y Bergman codificadas a través de Woody Allen en una película que, por muy difícil que pueda parecer, va poco a poco creando su propio lenguaje"

Vito Sanz e Itsaso Arana, dos fetiches y colaboradores de Trueba que también escriben el guion, afrontan con valentía la aspereza de unos personajes que se niegan a afrontar su fracaso. Condenados a quererse, y a la vez tremendamente insensibles, la película utiliza el propio cine y el arte de narrar para, como en unas cartas de tarot (de Bergman, cómo no) experimentar con nuestras impresiones, expresar aquello que no pueden crear en su muy privilegiada vida ¿real?

Referencias a Blake Edwards y Bergman codificadas a través de Woody Allen en una película que, por muy difícil que pueda parecer, va poco a poco creando su propio lenguaje y destacando a Trueba como un director sólido. Uno desearía más pulso humorístico en muchas secuencias, y desde luego la historia lo podría haber soportado, pero resulta difícil reprochar nada a una película que expresa tan bien sus fracturas, que se sabe ensimismada (la película ofrece incluso su propia bibliografía) y sonríe a pesar de ello, y desde luego a una que retrata tan bien la extrañeza que desprende Madrid en ese fugaz tránsito de agosto a septiembre.

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