No suelo tener trato frecuente con los ángeles, esos seres sobrenaturales que ayudan a gobernar el mundo. Porque yo estoy seguro de que los hay; y dicen ―nos lo aseguraban de chicos― que cada uno de nosotros tenemos un ángel, el de la guarda, que permanece a nuestro lado, custodiándonos, no sea que nos desviemos por el mal camino y acabemos en política.
Custodios he conocido pocos. Recuerdo a uno que era panadero y elaboraba unas mantecadas al estilo de las de Villalpando, muy ricas. Pero nunca me dio la sensación de que el señor Custodio, el panadero, fuera un ángel. Solamente era un custodio y donante (mediante estipendio) de nuestros dulces caprichos; y ni siquiera se llamaba Ángel.
Pero resulta que ahora que estamos acercándonos a las fiestas de Navidad me sale al encuentro, mientras leo el libro autobiográfico que ha escrito la soprano vallisoletana Raquel Esther, la historia que cuenta con mucho desparpajo y con la tranquilidad de quien escribe para dejar patidifuso al personal. Copio textualmente lo que ella cuenta: “Ocurrió algo muy extraño en un recital que di en la ermita de Nuestra Señora del Espinar, en Guadalix de la Sierra. Se acercaba la Navidad, era de noche y afuera hacía un frío polar. Yo, tiritando en la sacristía, estaba cambiándome de ropa para actuar, cuando el párroco llamó a la puerta, para comunicarme que era el momento de salir y que la ermita estaba llena.
“Había acudido el pueblo entero y todos estaban deseosos de disfrutar del concierto de espirituales que íbamos a interpretar. Con los aplausos de bienvenida salimos al altar y, desde allí, comenzamos un recital en el que, aparte del frío helador, algo raro flotaba en el ambiente.
“El silencio era absoluto, no se oía ni una tos, ni un carraspeo, ni un móvil. Y al interpretar “El cant deis ocells” (El canto de los pájaros), yo estaba inmersa en la belleza musical y simbólica de esa canción que emula el nacimiento del Hijo de Dios, y que para mí es un canto angélico que trae luz. Pero, al dar suavemente la última nota, se abrió de par en par la puerta del coro; y desde el fondo se escuchó una voz angelical con un timbre que no era de este mundo. Todos miramos y no había nadie… Al tiempo, se cerró la puerta estrepitosamente.
“Todos quedamos atónitos. Seguí cantando y al final, a petición del público volví a repetir este mismo canto, esta vez con una dulzura especial vestida de asombro. Quizás allí se había producido un prodigio, que después fue muy comentado por todos los presentes. No os puedo decir nada más, porque nada más sé, solamente que quedó para siempre guardado en mi corazón”.
Hasta aquí el relato de Raquel Esther, de cuyo buen estado mental doy fe. No presenta ninguna anomalía psíquica, sino más bien todo lo contrario: nos supera a muchos en equilibrio, justo juicio y modestia en la conversación, pese a haberse formado en el Real Conservatorio de Madrid, pese a que mantuvo una agradable amistad con Joaquín Rodrigo y su esposa, pese a que triunfó en la capital lisboeta y en el Teatro Real de Madrid, y cantó ante el Papa Juan Pablo II y otros triunfos habidos con su voz, virtudes de las que no habla entre amigos, pero las escribe porque forman parte de su vida.
Todo lo contrario hizo aquel ángel que se presentó en Guadalix para prolongar el canto de los pájaros. Aquel ángel custodio se anunció con un portazo y se despidió con otro. Sin duda era un ángel con gestos teatrales y una voz prodigiosa, eso sí. Busquen las gentes de Guadalix si sigue por esas hermosas tierras, pues estos seres sobrenaturales están por todas partes, según dicen desde hace mucho tiempo.
Ubique daemon, escribió Salviano de Marsella, discípulo de San Agustín, ya en el siglo V, para meterles el miedo en el cuerpo a los humanos que le podían leer, evidentemente otros divulgadores del cristianismo. Y Giovanni Papini escribe en su libro El Diablo, publicado en 1958, que Satanás está en todas partes, hasta en el cíngulo de un fraile. Esto hay que entenderlo de una forma muy simple: el cerebro humano piensa mal y bien indistintamente, según le vengan dadas las cosas. El pensamiento negativo esta dominado por Lucifer y el positivo por, vaya usted a saber, a lo mejor por el Ángel Custodio. El equilibrio es difícil de encontrar. De ahí que algunos políticos obraron y obran mal pensando en el bien que el mal de unos pocos reporta a unos muchos. En fin, un lío imponente.
Busquemos a los buenos espíritus, aunque lo más probable es que no los encontremos, ya que quizá anden ahora en algún partido político, donde tienen mucha tarea. No me refiero a los portazos que ciertos políticos dan a la voluntad de los ciudadanos, sino a la mejora que ha de hacer que algunos cambien la mentira por la verdad. Dan mucha lástima los políticos desangelados que ahora empiezan a emerger junto a sus esposas, o novias, o compañeras, o parejas, o dobles parejas, o tríos, o full.
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