Foto de portada: Joseba Urretavizcaya. Mírame: Mujer y misterio en Julio Romero de Torres, 2024
Si hubiera un Winchester modelo Superstar del 72 dispararía amor a discreción pero no a ráfagas. Sería un amor discreto, es decir separado, selectivo, distinto en cada diana; un amor justo, al estilo de Ulpiano: suum cuique tribuere —a cada uno, lo suyo—. Cada vez, un disparo, cada tiro, una carga exacta del amor merecido: fraternal, maternal, sexual, animal, curativo, piadoso, o de cualquier otro tipo de amor que pudiera existir o imaginarse y, cada detonación movida por un impulso autónomo y autosuficiente que considera necesario disparar, una pólvora —el imperativo categórico kantiano— cada vez más escasa y desconocida. La RAE en la entrada punk, 3ª acepción, define un “movimiento […] cuyos seguidores adoptan atuendos y comportamientos no convencionales”. Desde luego, ser francotiradora de amor —atuendos aparte— es lo más punki que se puede ser con la que está cayendo.
Escribir también obliga, para esta columna, por ejemplo, con la intención de dar contexto a la mitad de lo publicado en papel por Rakel Winchester —su libro de relatos eróticos Ábrete corasón, 2016— me he leído una serie de artículos muy sesudos —tirando de los hilos de Du concept de post-pornographie au “ posporno” [1] y Cincuenta sombras de novelas rosas [2]— que no me han servido para catalogar la obra ni en la postpornografía, ni en el posporno, ni en ninguna de esas corrientes supuestamente emancipadoras en las que hasta la ley de la gravedad es política. A mi juicio se trata de literatura —erótica, si me apuran— de calidad, que es la que emancipa de veras, y castiga, porque emancipare es un término jurídico latino por el que se saca a un hijo de la patria potestad: libera y deshereda a un tiempo. Pero la mayoría de la producción literaria de Raquel Riquelme está en abierto en Facebook, donde emerge como una suerte de Tom Wolfe de la calle Espartería, despellejando con finezza —siempre sin citar al pecador— a los que pasamos por su vida, mayormente, ahora en el Jazz Café, donde ejerce de sacerdotisa de la noche y diosa del negroni. Siguiendo —inconsciente quizás, ¿quién sabe?— la estela de Steinbeck, Dickens, Zola, Bukowski y, por encima de todos, Don Ramón María, retrata —nos retrata— con humor corrosivo el devenir de los días y las gentes, bajo un manto de compasión que lleva siempre a reflexionar más allá de las risas. La misma compasión con la que es capaz de manejar con no violencia situaciones muy violentas con gente muy chunga en el templo que regenta. Hay que ser muy poderosa para eso —que no empoderada—, y la Winchester lo es en acto y en potencia.
Según la astrofísica una estrella no puede nacer aislada porque en el vacío no hay la materia que necesita para formarse y la falta de la materia adecuada ha imposibilitado —por ahora— el nacimiento de una estrella comercial, pero según la física cuántica —teoría de cuerdas y esas vainas— existe la posibilidad de los universos paralelos y de todos ellos el más lelo es, en lo que al arte se refiere, el universo comercial. En el universo de nuestras cabezas y nuestros corazones la estrella se formó en el 72, se llama Winchester Superstar e ilumina nuestras vidas.
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[1] Amélie Florenchie. Du concept de post-pornographie au “posporno” (Espagne, 2001-2011). Conceϕtos, 2020, 1 (1), ff10.46608/conceptos2020a/art9ff. ffhal-03860227f
[2] Amélie Florenchie. Fifty shades of sentimental novels. PASAVENTO, Revista de Estudios Hispánicos. Vol. VI, n.º 1 (invierno 2018), pp. 101-112, ISSN: 2255-4505
¿Me lo parece a mí, o últimamente en Zendalibros está fallando el control de calidad?