«Los seres humanos tenemos una base genética para reconocer la belleza». Esta frase del Nobel de Física Frank Wilczek despertó en el periodista Winston Manrique el universo que le habían conformado los más de 250 escritores, pensadores, artistas o científicos entrevistados en más de 30 años de profesión. Y con estas conversaciones y diálogos que mantuvo, el periodista colombo-español ha creado ahora un libro polifónico alrededor de cuatro ejes o «deseos capitales», el amor, la belleza, el sexo y la felicidad, que recorren desde los años 90 hasta hoy, como un espejo de la evolución de la condición humana.
«Si te fijas, los artículos más leídos cada día en los medios no suelen ser los de política o las trifulcas de los diferentes poderes, desde el judicial hasta el económico, que tienden a distorsionar y enredar el mundo real, sino aquellos que interpelan directamente a nuestro ser y que nos moldean, sean de cultura o de ciencia».
«Este libro es un homenaje a todas esas personas que comparten con los periodistas sus ideas y que nosotros, a su vez, compartimos con la gente. Está en nuestra mano, en cada persona, saber qué hacemos con esa información o sentimientos o dudas que nos comparten. Estaría bien preguntarse a quién se dirigen los medios de comunicación, ¿a los poderes o a la gente?», apostilla.
A la pregunta de por qué ha elegido hacer un libro sobre estos «cuatro deseos capitales en 2024, Manrique sostiene que «en medio de esta estridencia de ideas, polarización, intolerancia y egocentrismo» ha querido «reivindicar estos deseos que funcionan como los pilares que nos mantienen en pie cada día y que se entrecruzan como ramas de un árbol». En cuanto a cuál sería el deseo que más se ha transformado en este siglo, el autor cree que es la felicidad. «Hay tantos estímulos, ofertas, presiones, cantos de sirena que prometen la felicidad, que lo que está generando en las personas es un ansia en espiral, y por eso este capítulo se titula Trampantojo».
Y el deseo más controvertido, en su opinión, es el sexo, entre otras razones, dice, «por la llamada fluidez sexual entre los más jóvenes, que tienden a asumirlo con naturalidad y con menos prejuicios que las generaciones mayores. Ellos no quieren que se les etiquete todo el tiempo», concluye el autor de este libro, que es todo un vademécum de sabiduría.
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