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Wunderkammer: Las musas y otras mutaciones, de Martín Rodríguez Gaona

Wunderkammer: Las musas y otras mutaciones, de Martín Rodríguez Gaona

Después de la trilogía que conformaron Códex de los poderes y los encantos (Olifante, 2011), Madrid,  línea circular (La  Oficina, 2013) y Motivos fuera del tiempo: Las ruinas (Pre-Textos, 2020), centrada en la ciudad como símbolo multiforme de la globalización y sus desencantos, la poesía de Martín Rodríguez-Gaona (Lima, 1969) en Wunderkammer: Las musas y otras mutaciones (Huerga y Fierro, 2024) regresa a los escenarios, personajes y temas que analizara en ensayos como La lira de las masas: Internet y la crisis de la ciudad letrada (Páginas de espuma, 2019) y Contra los influencers: Corporativización tecnológica y modernización fallida (o Sobre el futuro de la ciudad letrada) (Pre-Textos, 2023). Estampas propias de un mundo en el que no sólo todo lo sólido se ha desvanecido en el aire, sino en el que la realidad se sustituye por incesantes espectáculos, a la par fascinantes y teratológicos, que hacen cada vez más difícil reconocer la verdad.

***

UN INGENIOSO HIDALGO DUDA ENTRE PERMITIR QUE SU CUERPO DESCANSE O ENTREGARSE A LA EVOCACIÓN DE UN RITMO YA PARA SIEMPRE PERDIDO

Puestos a perder, seamos los más perfectos,

que la respiración fluya implacable hasta la quietud.

Dos veces esta noche he despertado a mitad del sueño,

no había nadie y ni siquiera escuché

eso que muchos habían denominado estilo

o una inclinación al desastre

natural, como el ver películas en arameo o moabita

sin traducción simultánea

sabiendo que, en algún momento, la protagonista

mirará escuetamente al fondo de la cámara

atravesando la placidez del tiempo y la pantalla

para atacar la pupila desorbitada

de quien aspira a transformar en carne

una serie de efectos ópticos y electrónicos.

 

La aparición de la inoperancia y la ineptitud

fue el signo histórico que originó el orgullo

y el bien hacer de todo un pueblo, de otro modo,

admirable en su propensión al café, el chorizo, la cerveza

y el chascarrillo

extemporáneo: el saber estar siempre

en contra de quien destaque más y, al mismo tiempo,

critique o se aleje inexorable de una medianía

programada hace muchos siglos, cuando se dispuso

contención y hoguera

ante la entusiasta mezcla de sangres y saberes.

 

Pero, no hay mal que por bien no venga,

y hoy se reivindican los hebraicos huesos de Cervantes

-homenaje justo a las letras,

la obstinación y la demencia- en algún convento

de barroquismo pop

que cobra por las instantáneas -las pidas o no-

sabiendo que

si no las llevas en este momento llegarán,

a través de un gestor, como una obligación

en diferido, celebrada en elecciones

que desnaturalizan simultáneamente

al esperpento y a la modernidad.

 

Así se acumulan en el próximo horizonte

repetidos

campeonatos de fútbol, niños de lotería y niñas

de discoteca,

que suben sus fotografías religiosamente

en playas de Miami, Abu Dabi o Mallorca,

mientras sus madres las envidian al preparar

gambas al pil pil

y corroboramos lo evidente, pero mentimos

con amabilidad

moviendo el pulgar o todos los dedos, generando

una líquida admiración

o un emoticono amarillo

y nos disponemos

a regresar a la cama, donde al fin, sin que nadie

lo impida, volveremos otra vez

a ser el dictador

de una moda que nunca podremos

imponer ni mucho menos refutar.

 

Gran señora mía, si escribir fuese

simplemente la forma más auténtica

de tocar, estaría complacido

de haber desperdiciado otra madrugada

en estos obcecados balbuceos.

 

Pero tales asuntos, entre nosotros, no pasan ya

de ser albedríos ciegos, espacios vacíos, cosas

que se cierran o callan

al caer la noche.

 

No dejes de tener confianza

en lo que sin esfuerzo pronunciaste

antes de quedar dormida.

 

Por mi parte prometo,

con total entrega y convicción,

no despertarte jamás.

***

Y EROS, EL QUE DEJA EL CUERPO LÁNGUIDO, NO SE LE ACERCA NUNCA

Después de algunas copas de vino y unos cuantos cigarros,

me dijiste, sin prestar atención, que querías que el tiempo

pasara y que se llevase para siempre la máscara

que en la mirada de otros te confiere poderío:

 

Espontánea, pero no fortuita

la doncella caminaba

 

Intenté argumentar que cualquier destino

es irrenunciable, aunque ciertamente unos

son mejores que otros.

Probablemente persistimos discrepando, improvisando

digresiones hasta que nos agotamos y al fin no hubo

pretextos para besarnos y dejar que la noche

arrebatase de nuevo a nuestros cuerpos

el más mínimo pensamiento,

la oscuridad al fin sobre unos ojos fieramente

deslumbrados.

 

Y, tarde por la mañana, desayunando en la cafetería,

de vuelta del placer,

encontré otra respuesta que te ata

a esa carga y bendición que empleas,

te tortura y alimenta: por supuesto,

 

la belleza es un regalo

 

y no tiene explicación, pero, además,

en ti hay un impulso que te hace buscarla

y aprender a crearla ofreciendo

alegría que consuela

de verdades más profundas, evidentes

a todos los que te contemplan.

***

LA INTENCIÓN DE UN ORGANISMO ES SOBREVIVIR

Tu casa parece ser modesta

pero es la cima entre dos colinas

desde la que todo tiene una perspectiva

mejor: la sala donde nunca penetra el sol

porque no existe, ni el astro rey ni el colapsado

espacio mítico de ágape y recepción

del mundo burgués.

Surgen, entonces, con imponente plenitud

los residuos de una ideología enemiga

-sincronicidades

entre el vulgo y las buenas familias-

y la búsqueda permanente de El Dorado,

la Utopía o el Amor;

un viejo cansancio

que crece muy despacio e indefectible

al paso de las horas.

Háblame de religión y de mis deseos

frustrados o, si prefieres, apenas atendidos

porque tardaste unos cuantos años

en decidirte a convocarme

o por no haber aceptado hasta ahora

la naturaleza paradójica e imperfecta

de una imagen

memorable, touché; pero permíteme

replicar que aquello no es igual

a lo permanente o verdadero.

Y así mientras observo con descaro

tus curiosas pantorrillas,

me sigues envolviendo en una espiral

verbal iluminada

en la que, aunque no escape,

voy tejiendo con esmero para reparar

los bordados de las medias de encaje

que me dejaste absorber con los pulmones

y deletrear con la mente.

De nuevo, no me muevo, guardo silencio

y resignado escucho otro episodio

de tu consabido lamento transicional

y, al fin, declaro

la muerte a los fascistas de la sinestesia

afable, el ritmo machacón y el milagro

fotocopiado,

como lo haría con cualquier otro inepto

-incluyéndome a mí mismo-

que se atreviese a hacerte daño.

***

RESTITUIDAS, AQUELLAS ANTES REBAJADAS A DIBUJO, SÓLO TRAS LA REPRESENTACIÓN DEL DOLOR

Aracne, después de narrar las infidelidades de los Dioses convertidos en animales, cuenta la historia de Ariadna bordando las desventuras de Antígona, Electra o Clitemnestra. Sentidas réplicas por la traición de Apolo (asesinatos, pompas fúnebres y nacimientos); mas, también, diversas constelaciones (ocio, sigilo y lujo, pavor sin ton ni son). ¿Dijiste desorden, leche maligna o torpeza? ¿Por qué tanta intensidad en dichas breves formas?  Porque quizá nunca creyeron en ellas. El estilo, el virtuosismo y la expresividad son, finalmente, convenciones, casas como altares, elevadas ataduras. Cantar o contar en sororidad desbordada es resistirse a ser poseídas por la mirada impuesta, apelando a otra certeza, más allá de acuerdos y exigencias de perfección o armonía.

El primer artefacto que permitió un atisbo de emancipación para la mujer moderna fue la máquina de coser Singer (la que canta): Emily, Rosalía, Gertrude y Marianne (¿o tal vez Alfonsina, Mina y Lucía?) empezaron, por esos tiempos, a modular la voz. Todo canto condiciona la vida, la sexualidad y los deseos. La laboriosa repetición del bordado –música inmemorial de manos, agujas e hilos- regresa del pasado, se hace súbitamente canción y abre sus poderes curativos, liberando órbitas, planetas y sistemas; las historias secretas, los amores perdidos, los sueños postergados.

Hoy millones, en otra red, urden tramas y traumas, se hacen fuertes, intercambian y descentran su imagen (fastos, no perfidias leves, ¿el ciberfeminismo sueña con ovejas mecánicas?). Podría arriesgarme, errar y repetir que son asombro y veneno. Entre las figuras arduamente elaboradas de estas arácnidas cantoras, recuperados al fin sus cuerpos, sensuales, celestes, hermosos e imperfectos, el calado abre ventanas por donde encontrar la luz (o, in contrario motu, cierta oscuridad primordial).

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Autor: Martín Rodríguez Gaona Título: Wunderkammer: Las musas y otras mutaciones. Editorial: Huerga y Fierro. Venta: Todostuslibros.

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