Marta Jiménez Serrano ha escrito un libro de relatos, No todo el mundo, en el que analiza las distintas clases de amor que se dan en las grandes ciudades. Como asegura la autora, siempre es difícil saber de dónde salen los libros, del mismo modo que lo es percibir en qué momento se inician las relaciones sentimentales. Y es que, a veces, los libros nacen sin que ni siquiera supiéramos que estábamos embarazados.
En este making of, Marta Jiménez Serrano cuenta el proceso de creación de No todo el mundo (Sexto Piso).
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Me preguntan con relativa frecuencia que cómo escribo. Me lo preguntan con relativa frecuencia porque, más allá de los periodistas, los clubes de lectura y otros diálogos que se derivan de la promoción de un libro, soy profesora de escritura creativa y me lo preguntan mis alumnos. Cabe suponer que, si vivo de explicar cómo se escriben los libros de los demás, podría explicar cómo he escrito el mío. Me lo preguntan y siempre pienso lo mismo: no lo sé. Y justo después pienso: si lo supiera, escribiría tres al año. E inmediatamente después sonrío y digo alguna estupidez, como “escribo por las mañanas”, “tomo notas en un cuaderno”, “pienso en la estructura mientras avanzo en la escritura”, tonterías que a mí misma me suenan a frase hecha. Supongo que no sé explicarlo porque escribo como puedo, no como quiero.
Hacer la genealogía de un libro se parece bastante a preguntarle a una pareja cómo empezaron a salir, cómo se conocieron. Aunque a veces la pareja tiene ya un relato consolidado sobre el principio de su romance, lo cierto es que los comienzos son vagos. “La primera vez que nos vimos fue en tal bar”, “Pero yo de ese día no me acuerdo”, “Porque nos vimos de pasada”, “Luego resultó que mi hermano conocía a tu amiga”, “Sí, pero de eso yo no me enteré hasta más tarde”, “Nos cruzamos en un concierto”, “En la fiesta de Menganita hablamos un rato, pero yo no me fijé en ti”, “Yo en ti sí, pero tenía novia”, “Fue meses más tarde, en las fiestas de la Paloma”, “Ah, sí, sí: en las fiestas de la Paloma, ahí fue cuando empezó todo”. Al fin, el día. El día en que está claro para los dos que fue clave.
El comienzo de un libro es parecido. El primero de los relatos de No todo el mundo lo escribí porque estaba cansada de escribir mi novela, y quería escribir otra cosa. Lo dejé en el escritorio guardado con el nombre XXX. Otro día, ya no sé cuándo, escribí otro relato sobre cómo dos no quieren empezar a salir pero terminan claudicando. Otro día escribí unas líneas de pasada, la idea de un chico que se enamorase de la novia del exnovio de su novia; otro día le hablé del proyecto de libro a un amigo. «¿De qué va?», me dijo, y quise responderle «no lo sé», pero le respondí: «Creo que del amor, de la pareja, de Madrid». Y un día fue el día que ya sí, el día en que está claro, un sábado por la mañana en pijama bebiéndome el segundo café, cuando me releí cinco relatos y algunos esbozos, y dije: «Aquí hay un libro».
Escribo cuando puedo, aunque me gusta escribir por las mañanas, con café y algo de ajetreo alrededor, en la calle o en la habitación de al lado: sentir que no soy la única que está trabajando. Me gusta escribir en cafeterías y bibliotecas y no me gusta escribir en los trenes. Me gusta escribir en pijama pero casi siempre necesito darme una ducha y vestirme para despejarme. Me gustaría escribir de manera más pautada, un poquito cada día, pero rumio los textos durante largas temporadas y de repente un día escribo del tirón diez páginas. Parece que salieron solas, pero llevaba mucho tiempo pensándolas.
Por otro lado, cada relato de No todo el mundo tuvo su proceso particular. “Tenemos que dejarlo” lo escribí en París, en una residencia de artistas. “Cuando yo la conocí” surgió de un taller de escritura y va de un taller de escritura. “Un novio que tuve” lo escribí casi del tirón, después de leer El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. “Colega” lo escribí con mi gato en el regazo, porque va de una mujer que odia a los gatos. En realidad “La ciudad moderna” fue el primero, o la primera escena de “La ciudad moderna”, y luego tuve que retomarlo, y así sucesivamente.
Dice Elizabeth Brown, la mujer de Frederic Brown: “Fred odiaba escribir. Pero adoraba haber escrito”. Una frase similar se le atribuye a Dorothy Parker: “Odio escribir, me encanta haber escrito”. Y es que algo de eso hay. Recuerdo el placer de mandar el manuscrito a la editorial, de hacer la última corrección de galeradas, de mandarlo a imprenta y descansar sabiendo que ya no hay nada que cambiar. Y, entonces, pasado ese descanso que suele durar unos dos o tres segundos, de repente, una nueva idea, un boli, un archivo de Word guardado en el escritorio del ordenador con el nombre YYY.
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Autora: Marta Jiménez Serrano. Título: No todo el mundo. Editorial: Sexto Piso. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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