Apenas faltaban tres días para el estallido de la revolución del 34, y el país vivía una extrema polarización política. Miguel de Unamuno habla de polarización e incluso de guerra civil, y se pregunta qué vendrá después. Sección coordinada por Juan Carlos Laviana.
Hace uno esfuerzos por arrancarse de las presiones de la actualidad pública nacional, de sus agobios y hasta congojas, mas no es hacedero. En el momento en que escribo esto me ha llegado la noticia de que se declara en toda España el estado oficial de alarma. De “¡al arma!”; hay que fijarse. Pero en alarma, no ya alarmados, sino armados, hace tiempo que se van poniendo mucha parte de los españoles. Y lo peor es que los más alarmados son los no armados, los inermes. Y ello acabará por obligarles a armarse de un modo o de otro. Cuando el Estado se alarma, ¿qué van a hacer los ciudadanos?
Estamos viviendo en una guerra civil incivil. Se habla de desencadenamiento de pasiones. ¿Pasión? Más bien insensatez. Y hasta locura. Una verdadera epidemia. Y más que de locura, de demencia. De deficiencia mental. Tengo que repetirlo, una vez más: la gente físicamente, corporalmente joven, está volviéndose psíquicamente, espiritualmente, pueril. Pero de la peor puerilidad; de una puerilidad morbosa. Un mozo que a los diez y ocho años no ha salido, o vuelve a su mentalidad de los seis, no tiene la frescura, la espontaneidad, la sencillez, la sinceridad de los seis años. Es un monstruo. Y a esta monstruosidad estamos asistiendo. Esos párvulos de veinte años que extienden el brazo en una u otra actitud, con mano abierta o con puño cerrado, se uniforman y se dedican a unas u otras pantomimas, son sencillamente enfermos mentales. Y sus pasiones las peores pasiones de la niñez retrasada. Muchas veces esa terrible pelusa —que así se la llama— que a muchos pobres niños les impide hasta crecer. Algo que se da en la tristísima crisis que suele preceder a la pubertad.
En cuanto a los mayores… Los mayores están asustados. No saben cómo reaccionar a la insurrección de la chiquillería dementalizada y que les falta al respeto. Los ciudadanos mayores, los de mayor edad mental, los que aún conservan alguna conciencia de responsabilidad civil y social, se reparten entre lo que llamamos, mal o peor llamado, posiciones de derecha y de izquierda. Y hasta, si se quiere, revolucionarios y reaccionarios. Y se tienen miedo los de un grupo a los del otro, y se tienen miedo a sí mismos los de cada grupo. Unos y otros tienen miedo a encargarse del poder. Y es porque saben que el poder es la impotencia, y con ella el fracaso, cuando los cuitados ciudadanos alarmados esperan que el Estado, con el estado de alarma, les saque de sus agobios y congojas y apuros pero sin tener ellos, los cuitados, que armarse. Lo que se llamó antaño la asistencia ciudadana asusta a unos y a otros. Y sin embargo, tendrán un día, si esto sigue como va, que acudir al arma. Y agréguese otro miedo. El miedo de ciertos presuntos caudillos a que se les tache de miedosos. La chiquillería les desborda y arrolla, no saben contenerla y menos saben ponerse a su cabeza. Se acostaron con chiquillos y ensangrentados se levantan.
Y en tanto los chiquillos dementes de uno y de otro bando están jugando —y con fuego— a lo que algunos atolondrados llaman la revolución permanente. O sea el deporte revolucionario. Porque hay, sí, una verdadera revolución permanente. De que el más claro ejemplo conocido es el de la revolución de los astros en derredor del Sol: la revolución copernicana. Que es silenciosa. Como no sea para esos pitagóricos que creen oír la música de las esferas celestiales. La otra, la revolución deportista, aspira a la estridencia y aún al estruendo. El general Prim, aquel tan característico y castizo revolucionario, dijo en un manifiesto que había que derrocar “en medio del estruendo” la dinastía —“espuria” la llamaron— de los Borbones de España. “En medio del estruendo.” ¡Sí que era estruendoso Don Juan Prim y Prast! Entre el estruendo de unos trabucazos perdió la vida. Y vino Amadeo de Saboya, Prim de cuerpo presente, y luego la primera república y con ella el cantonalismo —que ahora revive— y luego otro general, Pavía, y aquella su entrada, no ya estruendosa, en el Congreso el 3 de enero de 1874, y después… el grito, tampoco estruendoso, de Martínez Campos en Sagunto.
Se nos dirá que lo de ahora no tiene mucho que ver con aquéllo, que ahora se trata de revolución social. ¡Bah! estruendo deportivo también. Una chiquillería que no quiere pasar sin meter bulla en la historia, sin romper un plato o hasta toda una cacharrería de ellos. No pocos, y no precisamente de los más jóvenes, revolucionarios de cabaret.
Y luego ese que podríamos llamar fenómeno de polarización. Se pierde el sentido dialéctico. O marxistas o fajistas. Y lo fatídico es que ni unos ni otros tienen idea ni del marxismo ni del fajismo (*). Porque… voy a remachar… toda esta demencia polarizada se apoya en la más cruda ignorancia. Y de tal modo se ponen las cosas, que los que queremos mantener el sentido histórico, que es sentido dialéctico, sentido liberal, prevemos con tristeza que lleguen tiempos en que predominando uno u otro polo —pues da lo mismo el uno que el otro— de esta polarización tengamos que emigrar de nuestra España. Al que esto os dice, que ya otra vez tuvo que emigrar de su patria, le estruja el cogollo del corazón el pensar que tenga que volver a hacerlo y… después de haber pasado de sus setenta años! ¿Que no habrá por qué tener que emigrar, domine uno u otro polo? Tampoco entonces creyeron muchos —los más— que había que emigrar. Porque no es que me echaron, sino hice yo que me echaran. Y ello por no querer callarme, por no plegarme a la censura, por mantener la libertad de la verdad, la libertad de expresión del propio pensamiento. Y preveo que, venzan los unos o los otros, no se podrá hablar y escribir con verdadera libertad. Se perseguirá unos u otros gritos, unos a otros emblemas, hasta unos u otros ademanes. Aun loa inocentes. Pueden llegar tiempos en que los dementes de un polo o los dementes del otro saquen afuera la honda pasión que les mueve y no es otra que el odio a la inteligencia. Odio que le llaman disciplina. Los que presumen de hombres de acción —o de reacción, que es igual—no suelen ser sino dementes resentidos. Dementes resentidos que sienten la necesidad de delegar su pensamiento, de renunciar al libre examen individual —principio del liberalismo—, de someterse. A eso le llaman disciplina. Y en el fondo es el origen del sentimiento inquisitorial en esta tierra que creemos individualista. Cuando no hay nada más rebañego, más gregario, que su anarquismo. Este tan cacareado individualismo celtibérico, donde lo que más se acusa es el odio a la individualidad. Comunismo libertario o fajismo, lo mismo da. Con uno o con otro, el que quiera mostrar a luz y a aire libre su pensamiento y su sentimiento íntimo tendrá que emigrar. Porque decir su verdad será ofender a los que manden, sean unos u otros.
Es lo que se me ocurre responder al que me pregunta: “Y después, ¿qué?”
————————————
(Artículo publicado en el diario Ahora el 3 de octubre de 1934)
(*) Unamuno llama fajismo al fascismo. Del italiano “fascio”, haz, deriva el español fajo.
-
Aguafuertes sudacas: A mis queridos críticos
/abril 22, 2025/Decía, entonces, sucede que, harta ya de estar harta de escribir seriedades importantes que a nadie importan, hoy, señoras, he resuelto hacerme crítica de arte (todos de pie). Sí. Crítica. O para que suene más rococó diremos reseñista. Primero, porque escribo como el culo (imprescindible virtud para desempeñar tal oficio); segundo, porque descubrí que no sirvo para otra cosa; y tercero, me di cuenta de que el arte de verdad no está en pintar, componer, escribir, sino en lograr que la gente te tome en serio cuando hablas de lo que pintan, componen o escriben los demás. Ahora, entre nosotros,…
-
James Belich: “La peste llevó a una hegemonía global de los europeos”
/abril 22, 2025/Cuando James Belich tecleó “Imperialismo asiático moderno en Europa” para referirse a los otomanos, la frase quedó subrayada en su documento de Word como un posible error. El procesador de texto de Windows no estaba de acuerdo con la afirmación del director del Centro Oxford de Historia Global; para Microsoft, los asiáticos no tenían la capacidad para hacer imperios modernos y menos aún en Europa. La empresa de Bill Gates se declaraba eurocentrista.
-
Disparos desde el caballo blanco
/abril 22, 2025/Lejos de la costa estaba el crimen sin resolver, una pared ensangrentada o el boxeador caído en desgracia, la ciudad con sus mendigos y sus ratas: prodigios que ya eran viejos cuando Petronio escribía sobre ellos. Por supuesto, merodear por esos lugares no convertía milagrosamente a ningún mal juntaletras en un buen escritor, pero un buen escritor siempre lograba desbordar la mera prosa periodística cuando se alejaba de los topos habituales y se perdía por esos arrabales de la vida que nadie más tenía el deseo de pisar. Veinte años antes de que empezáramos a oír recurrentemente aquella memorable frase…
-
Zenda recomienda: Maestros de la felicidad, de Rafael Narbona
/abril 22, 2025/La propia editorial apunta, a propósito del libro: “La razón me reveló que la tristeza es un desperdicio y que la inteligencia siempre tiende a la alegría. El pesimismo no es más que una perspectiva parcial y frente a él, el amor cura e invita al optimismo. Esto es lo que quiero compartir contigo: que el ser humano puede elegir, que no es una marioneta en manos de la fatalidad, que es posible encontrar esperanza, que el dolor psíquico puede superarse y que el optimismo no es signo de ingenuidad, sino un ejercicio de lucidez. La filosofía es la herramienta que nos ayuda a vivir mejor“….
Polarización. Siempre preclaro Unamuno. Preclaro en su presente y en su futuro que es nuestro presente. Y ahora, ¿qué?. Como diría Luis el Catorceavo (Sánchez), después de mí, el diluvio…
Una de las grandes supersticiones de la modernidad es que los políticos, los gurús o las ideologías nos conducirán a la tierra prometida en esta vida. Nicolás Gómez Dávila decía que la madurez consiste en convencerse de que los políticos no son la solución a nuestros problemas.
No son solución, sr. Wales, ni los políticos ni los ideólogos…
Saludos.
Sí, estoy convencido de que las ideologías se llevan mal con la realidad. Las personas maduras tienen principios y opiniones; las otras, ideología, que nos presta lo que no tenemos, y nos soluciona todas las cuestiones fácil y rápido Un saludo.
La única realidad de las ideologías es el infierno. Los ideólogos como Marx, etc., crean el infierno. Los políticos son los encargados de meternos a todos en él.
Saludos.
D. MIGUEL, DUKE Y LA SUPERVIVENCIA
Pues coincido con Manuel Vicent, i. e. no quiero pensar en quién actuaría como D. Miguel, ¡y quién no!, para que no me abandone Morfeo. La radical, y afortunada, diferencia con el 36 es que entonces muchos de los Hotros querían eliminar la propiedad privada; hoy sólo aspiran a repartirla bastante más. Y respecto a (muchos) Hunos, pretendían imponer/restablecer un nacional-catolicismo, que en estos días (recios) ¡pues tampoco (mucho)! Cuando reenvío a una tertulia el vídeo de D. Miguel enfrentándose a Millán Astray y los franquistas, añado siempre esa escena de Duke en la cual, viejo & gordo & tuerto, se enfrenta a los cuatro forajidos. ¡Valor de Ley!
Si tuviera que apostar lo haría por “salvar el pellejo” por supuesto. Al fin y al cabo el instinto de supervivencia es connatural a los Humanos (y a sus genes egoístas), seleccionado por la evolución. Precisamente por ello debemos ensalzar a D. Miguel, y a Duke, por no obedecerlo; con la diferencia que el segundo “estaba en el cine”, y el primero en la áspera realidad carpetovetónica. ¡Valor de Ley!