Y entonces volaron (Huso editorial), de Juan Laborda Barceló (Madrid, 1978), conjuga algunos asuntos inherentes al ser humano como la familia, la creación artística o los miedos. Eso y mucho más es lo que el protagonista del libro de no ficción, un joven profesor, está a punto de descubrir tras quedarse atrapado por sorpresa en el limbo de sus recuerdos; un mecano que se puede leer también de manera aislada, y en el que se entremezclan historias como la de un caserón familiar atacado por el maquis; amores y desamores universitarios; el suicidio de un conocido…
Juan Laborda Barceló, doctor en Historia Moderna, es escritor, crítico literario y profesor. Escribe con asiduidad para revistas y colabora en medios radiofónicos hablando sobre cuestiones literarias, históricas y cinematográficas. Regenta kermesliteraria.blogspot.com, un espacio con diversos contenidos culturales.
1
Volví a asomarme al balcón de mis recuerdos. Era una de esas primaveras que huelen a septiembre, a país nórdico y a aire de tormenta. La peregrinación anual al altillo frente a mi antigua facultad vino acompañada de un cielo con nubes en estricta formación. Poco sabía yo que aquel momento tendría consecuencias tan graves.
Instalado en la atalaya del presente, contemplé un universo de sensaciones. Eran cíclicas como un huracán. Observé el lugar y, como si de un sortilegio se tratara, sin trámite ni mediación, volví a vivir en mis recuerdos.
Debo confesar que no fue casual. El momento llegó aletargado en las rutinas diarias y me dejé sorprender por los matices de la emoción. La visita anual a Ciudad Universitaria para acompañar a mis alumnos a su examen de selectividad era siempre un recorrido lleno de nostalgia. Allí, en aquellos lares, crecí y aprendí a perder, descubrí lo que escuecen los arañazos del camino y los desamores. Y, sobre todo, descubrí que soñar también es una forma de ser.
Hace muchos años que dejé la Caja de Cerillas, como llamaban cariñosamente al edificio de Filosofía B donde se impartían las clases de la licenciatura en Historia, y cada vez que vuelvo noto una aspereza tierna. A veces tengo la certeza de que son las cicatrices del vacío, caprichosas y perennes, que produce haber vivido.
Lo que vino después no fue vacío, o quizá sí. La ensoñación y el vértigo. Las imágenes tan vivas como si el pasado fuera ahora. Desperté azorado en un letargo en el que no había cerrado los ojos y del que no podía desprenderme. Traía el aroma de los veinte años pegado a la piel. Droga dura. Imposible detener su influjo.
2
Yo era un maestro de los que no saben que lo son hasta que se dan cuenta de que no pueden dejar de serlo. El gusanillo de la docencia me privaba. Por ello, y por una responsabilidad insana, prácticamente no había faltado al trabajo en los últimos quince años. La mañana posterior fue diferente. Regresé a la atalaya universitaria y ya no me marché. Desoí a la rutina. No tenía alumnos que acompañar en aquella jornada. Fue, únicamente, el deseo de retomar las experiencias que el lugar me había regalado.
El día era una réplica del anterior. Misma luz, mismas nubes caprichosas, misma temperatura. Mis pulsiones fueron igual de intensas, aunque distintas.
3
Y ya no hubo tercer día, o sí, pues me quedé sin pensarlo instalado en mis melancolías. No volví a ver directamente la atalaya en la que me encontraba. No notaba el aire frío previo a la tormenta que me rozaba las mejillas, pero sí tenía consciencia de mi corporeidad. Sin saber cómo, me sentía más vivo que nunca. Simplemente me fugué por el meandro del pasado. Un pliegue cuántico o una enfermedad mental, otra cosa no podía ser.
Dejarse llevar por la nostalgia no era una frase hecha.
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Autor: Juan Laborda Barceló. Título: Y entonces volaron. Editorial: Huso. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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