Este es uno de los casos en los que una reseña debe empezar por establecer algunos reconocimientos que operen como aldabonazos para atraer la atención de quien ponga aquí su mirada. Digámoslo, pues, desde el principio y sin cortapisa alguna: estamos ante un libro excepcional por diversos conceptos. El primero y más obvio, su extensión, próxima a las mil páginas (cerca de 850 de texto más ciento y pico de notas, anexos y bibliografía). Sabido es que el grosor de un volumen es independiente de su valor o calidad, y hasta puede operar con carácter disuasorio para múltiples lectores, acuciados por las prisas y el ritmo frenético del mundo que vivimos. Habría entonces que añadir como segundo rasgo que, lejos de resultar plúmbeo o cansino, este voluminoso libro tiene la paradójica virtud de la ligereza (entendiendo el concepto en su mejor sentido), de modo que esos cientos de páginas ofrecen una narración sugestiva y a veces hasta apasionante.
El cuarto rasgo que se debe destacar es la proeza de sintetizar esa «historia total de la guerra» —en este caso, del frente occidental en la Primera Guerra Mundial— en un solo volumen, con la intención de incluirlo todo y de proponer ese gran fresco resultante a la consideración de un vasto público, es decir, tanto al especialista como al mero interesado en la historia o en los asuntos militares. Y en quinto y último lugar, como culminación de todo lo dicho, sorprende que quien firma este excelente trabajo no sea un autor provecto que culmina de esta forma una larga trayectoria de investigación y publicaciones; no, muy al contrario, el autor de la obra que nos ocupa es un joven historiador español, formado en la Universidad de Alcalá de Henares, que ha publicado antes un solo libro, La batalla del Marne (2022).
Dije antes que este es un libro de historia militar y, ciertamente, no defraudará al interesado específicamente en este ámbito: se presta toda la atención propia de este tipo de obras al armamento, movimientos de tropas, estrategias y tácticas de los contendientes y, como no podía ser de otra forma, a las grandes batallas (Marne, Aisne, Verdún, Somme…). En concreto, de los doce capítulos que integran el estudio, dos se dedican íntegra y exclusivamente a «Ejércitos y tecnología». Se subraya en ellos de modo reiterado la evolución o, mejor dicho, el salto cualitativo, el paso revolucionario, tan determinante para el curso de la guerra contemporánea, que supone la sustitución (obligada por las circunstancias) del clásico modelo napoleónico —infantería y caballería en terreno abierto— por una modalidad de lucha completamente distinta, en la que el elemento humano queda supeditado a la mecanización intensiva y a la producción industrial de armas especializadas.
Pero al igual que dos capítulos se dedican a la tecnología militar, otros tantos se consagran a las transformaciones sociales que trajo consigo el conflicto: ambos llevan el epígrafe de «Sociedad en guerra». Si bien se mira, en el fondo no se puede entender en su integridad esa esfera, la militar propiamente dicha, sin insertarla en su contexto social. Primero, porque hay que explicar cómo fue posible la guerra pero inmediatamente después porque hay que enfatizar que los mismos desafíos que planteó el huracán bélico solo podían ser atendidos con unas profundas adaptaciones económicas, industriales, laborales y culturales, desde la producción masiva de recursos para el frente a la incorporación de las mujeres a parcelas del mundo del trabajo que habían sido casi exclusivamente masculinas.
Los otros ocho capítulos de la obra se ordenan de un modo cronológico para explicar la evolución de los acontecimientos bélicos. Se observará que se presta especial atención al año 1914, al que se dedican varios capítulos, pese a que la guerra solo afecta a su segunda mitad, mientras que el resto de los años en que se desarrollan las hostilidades tienen un tratamiento más sintético. Ello es así porque el autor considera, con buen criterio, que los primeros meses fueron decisivos en múltiples aspectos y sobre todo determinantes para el curso posterior de la guerra. Dicho de manera más concreta, el fracaso de la gran ofensiva alemana sobre territorio francés condujo a un empate técnico que produjo a su vez el fenómeno más característico de esta gran contienda. El propio título del libro lo recoge como síntesis suprema de la hecatombe: La guerra de las trincheras.
A pesar de las múltiples obras —diarios y otros testimonios directos, recreaciones novelísticas, documentales y películas de ficción— que han intentado reflejar el ambiente y la atmósfera de las trincheras, sigo pensando que no podemos concebir ni en una milésima parte la atrocidad de aquella situación. Cientos de miles de hombres —el drama llegó a afectar a millones de personas— en el mejor de los casos, cuando no había combate, literalmente hundidos en la tierra durante meses interminables, a merced del frío, el hambre, la suciedad, las ratas, las inundaciones, los piojos, las infecciones, la gangrena de sus extremidades… Eso, como digo, en los mejores momentos. En los peores, un diluvio de fuego, ametrallamientos, bombas y explosiones que causaban a menudo efectos más dantescos que la propia muerte: así, mutilaciones inconcebibles que generaban un espanto que no podía describirse con palabras. Esto es el infierno, balbuceaban muchos, porque no alcanzaban a precisar nada más. Las alambradas donde quedaban atrapados por tiempo indefinido múltiples infelices constituían el escaparate del horror.
Cuesta concebir igualmente cómo se pudo llegar a ese punto. La locura de unas elites, suele argüirse. El virus del nacionalismo, se aduce. La impotencia de los sindicatos y partidos obreros, incapaces de llevar a la práctica y con todas sus consecuencias un internacionalismo meramente teórico. Ninguna explicación consigue satisfacernos del todo. Aquí, en este libro, tampoco se ensayan. No es su objetivo. Se toman simplemente los hechos consumados, sin abordar siquiera las torpes gestiones diplomáticas que precedieron al estallido. Lo que sí queda meridianamente claro es que, una vez rotas las hostilidades, ya no había manera de parar, como un carro pendiente abajo. La dinámica del conflicto atrapó a todos. Y lo que había sido en principio otro rapto de Europa, en el sentido de arrebato irracional, estuvo a punto de convertirse en el suicidio de Europa.
Es verdad que Europa no llegó a sucumbir. Pero en vez de sostener esta afirmación con un suspiro de alivio o reconocimiento, el historiador solo puede constatar que el hombre es el animal capaz de tropezar las veces que haga falta en la misma piedra. En 1918 no se consiguió la paz sino una simple tregua que unos y otros aprovecharon para rearmarse y alimentar viejos odios. Y vuelta a empezar. La segunda parte de esta locura, que daría comienzo apenas veinte años después, en 1939, fue aún más espantosa que la precedente. Esa es nuestra historia cercana. Conviene recordarla en los tiempos que corren, porque nada se olvida más pronto que las lecciones de la historia.
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Autor: Ismael López. Título: La guerra de las trincheras: El frente occidental en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Editorial: Ático de los Libros. Venta: Todos tus libros.
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