Hace 10 días que he terminado de leer la novela. Generalmente termino las lecturas, escribo lo que salga y empiezo con otra. Es la mecánica habitual de hacer estas cosas. En caliente, y seguir. Pero no. Esta vez no. No sé por qué ha sido, pero que me pase eso me pone de mala hostia. Es como si aún hubiera cosas que siguen dentro de mi cabeza.
No me suele gustar seguir el patrón habitual de la reseña al uso. No es por ningún motivo en concreto sino que, simplemente, carezco de las competencias necesarias. “Analice este texto”, me decían en el instituto. Y yo suspendía. Se ve que el análisis que yo hacía no era el que buscaba el anciano profesor. Hoy, después de tantos años, descubro que la culpa la tenía él y no yo. Y la tenía él por un motivo muy simple: nos hacía leer mierdas. Pero hoy, anciano profesor, mis lecturas las elijo yo y así la cosa cambia y las sensaciones, también.
Con La Sirena de Gibraltar salen a flote, nunca mejor dicho, muy diferentes sensaciones. Contradictorias siempre. Por los personajes, por su historia, por su intra-historia. Por Juan Torca…
Vamos a quitarnos a Torca de en medio cuanto antes. Juan Torca es un personaje potente. Mercenario, detective privado, asesor en temas ilegales y padre atormentado. Un personaje de piel dura que, de alguna manera, nos lleva a su terreno sin que el lector se dé cuenta. Un protagonista con una fuerte carga empática. De Juan Torca se han dicho muchas cosas, todas buenas, todas ciertas. Pero yo me pregunto: ¿sólo a mí me interesa lo que no sé del personaje? Leandro Pérez se ha esforzado tanto en perfilar el personaje dotándole de un pasado tan preeminente que a mí me interesa tanto como su presente. Dice el autor que quiere escribir siete entregas con este protagonista. Le apuesto una cerveza a que dos de ellas, por lo menos, son de un tiempo anterior a la trama de La Sirena de Gibraltar.
La trama principal gira en torno a un cadáver en el Manzanares. Una chica con pies de cemento. La primera parte de un encargo rechazado. Un encargo solicitado a la persona equivocada y siete días para impedir que quien sí aceptó la tarea, llegue a completarla. La Sirena de Gibraltar es de esos libros de los que no debes decir mucho más de la trama, y esto es buena señal. Es buena señal porque te incita a leerlo y porque indica que no hay elementos ajenos al nudo argumental. No hay páginas de relleno ni digresiones que te alejen del núcleo de la narración… Y a mí eso me encanta. Me encanta leer a velocidad de vértigo y eso es lo que ocurre con este libro. 350 páginas que vuelan. La Sirena de Gibraltar es un ejemplo de lectura ágil. Un lenguaje perfectamente escogido para aligerar escenas y para hacer accesibles los terrenos psicológicos de los personajes que acompañan a Torca en su recorrido por España.
“Torca caminó sin admirar los jardines, sin dedicar un segundo al Rolls y al Bentley, sin prestar atención al palacete ni al pabellón. Caminó con Nadia en la cabeza. Pensando en que ya casi nunca se acordaba de ella. Pensando en que había bastado solo un segundo, dos años después del naufragio en el mar de Aral, para que Nadia volviera a flote, para reconstruir sus caderas, para empaparse con sus lágrimas, para palpar su piel, para que su voz lo estremeciera. Se me olvidó que te olvidé, se me olvidó que te dejé, lejos, muy lejos de mi vida… A mí, que nada se me olvida, decía una copla. Nadia seguía muy viva.”
De los personajes sí voy a hablar, pero de los que no son Torca. Todo el mérito se lo lleva el maldito Juan Torca y no es justo. Jandro y Luis. Estos dos señores dan la réplica perfecta al protagonista y sus devenires. Escuderos, compadres y amigos, es evidente que comparten cosas del pasado que los mantiene unidos les pase lo que les pase. Ni Jandro se Parece a Luis, ni Luis se parece a Torca, y quizá es esa disparidad de caracteres lo que da al grupo que forman una verosimilitud que se afianza en pocas páginas. Esto es muy difícil de conseguir y el autor, en este punto, amerita la alabanza.
“ Hace un tiempo lanzaron bloques de hormigón para ganar más terreno al mar… y este verano, pronto lo verás, aunque no me preguntes cómo me he enterado, pretenden continuar arrojando más hormigón. Déjame imaginarlo…, quienes estén estudiando dónde tirar bloques de hormigón quizá se lleven el susto de su vida cuando encuentren a otra chica asesinada, ¿no? Si es que no la encuentran primero los periodistas, en busca de ese…, ¿cómo has dicho? De ese impacto mediático. Tiene su lógica que haya otro cadáver en Gibraltar, quizá donde vayan a tirar o donde tiren los bloques. Una lógica irracional, demente, pero coherente, ¿verdad? Eso sí, no sé qué significado concreto tiene tirar a una gibraltareña con hormigón en el Manzanares, me parece muy burdo, innecesario, un espanto, pero igual no acabo de entenderlo porque es un horror, o porque yo no necesito entenderlo. A mí ni me va ni me viene.”
No sé si es cosa mía pero hay un aspecto de la novela que me ha llamado poderosamente la atención. De alguna manera, el autor ha sido capaz de insertar en un texto de estas características un dilema moral de gran dimensión. Una toma de decisión que cualquiera en determinadas circunstancias se plantea y que aunque todos decimos lo mismo, todos actuaríamos diferente, llegado el caso. No voy a exponer el dilema para no afectar a la lectura pero sí os dejo la pregunta abierta: ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar? Esta pregunta hace de eje de rotación para toda la novela. El argumento gira y gira hasta hacer que cojamos tal inercia que es imposible que nos libremos del impacto.
Una historia de amor y venganza. De lealtad y amistad. De traición y desconfianza. Una historia padre-hijo contada desde tres puntos de vista simultáneos. Amor padre-hijo visto desde ambos lados de una línea que separa lo correcto de lo necesario, y lo necesario de lo inevitable. Una línea que provoca un efecto óptico muy distorsionado de la realidad que convoluciona y nos hace pensar que no hay malos ni buenos para convencernos de que nuestro sentimiento personal siempre es el correcto.
¿Sabéis una cosa? No sabía de qué manera iba a enfocar esta reseña. De hecho, voy a borrar todo lo escrito sobre Falcó. No voy ni a corregir este texto porque mientras lo escribía, la idea ha cristalizado en mi cabeza: ya no quedan héroes. El antihéroe es la clave. Leandro nos manipula. El autor juega con nosotros constantemente y nos lleva de la mano de Juan Torca de la luz a la oscuridad. Ya no sabemos qué está bien y qué está mal. ¿El fin justifica los medios? Es posible… Yo, por mi parte, sí sé lo que no tiene perdón: no leer este libro.
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Autor: Leandro Pérez. Título: La sirena de Gibraltar. Editorial: Planeta. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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