El profesor francés Yoann Barbereau describe en su autobiografía, En la prisión de Siberia, la peripecia de su huida casi cinematográfica de una cárcel rusa, tras ser detenido con pruebas falsas por pornografía infantil y atravesar el país en «blablacar».
Barbereau era director de uno de los trece centros que la Alianza Francesa tiene en Rusia, el de Irkutsk, capital de Siberia Oriental, «una red de centros que, como el Instituto Cervantes, se dedica a la promoción y enseñanza de la lengua, así como a la difusión de la cultura francesa», ha explicado en una entrevista con Efe. Cuando fue detenido llevaba varios años viviendo en Siberia, donde «era feliz, amaba, era amado y nada le preparó para semejante prueba: «Fue la primera vez que las autoridades rusas atacaron a un representante de la cultura francesa de esta manera». Para el profesor francés, fue un shock, «el descubrimiento brutal de otro mundo, el de la manipulación policial y la violencia propia del entorno carcelario».
Para su autor, En la prisión de Siberia (Principal), el libro «no es solo un testimonio», sino que, como un creyente en el poder de la palabra escrita, aprovecha las enseñanzas de sus «maestros» Anton Chéjov, Mijail Bulgákov, Molière o François Villon, y utiliza «las armas de la literatura», aunque ha querido establecer un pacto con el lector: «No invento nada, no novelo la realidad».
En la entrevista, Barbereau rememora su aventura: «La primera huida me llevó de Irkutsk a Moscú en un recorrido de más de 5.000 kilómetros; y la segunda, un año después, cuando estaba atrapado en la embajada francesa y la diplomacia era impotente, crucé un bosque, un pantano y luego la frontera con Estonia». En esas dos huidas, el profesor tuvo que concentrar toda su «fuerza intelectual», y en eso le ayudaron las lecturas, porque «la literatura es una escuela de vida. Ayuda a los fugitivos en la lucha contra la arbitrariedad y la injusticia». Pero también le ayudaron amigos rusos, en particular dos mujeres, sus dos heroínas. Reconoce Barbereau que «a veces la vida es una novela, y por eso son las novelas las que cuentan la vida con mayor precisión».
De todos los peligros que vivió, quizá el momento en que decidió cruzar la frontera fue el más peligroso, «particularmente intenso», y que podría haberle costado la vida, ya que frustró el sistema de seguridad de la embajada, condujo 800 kilómetros en coche para acercarse a Estonia, caminó por un bosque nocturno donde vio a un lobo, y se perdió en un pantano. «En medio de esa desolación, y cuando pensaba que iba a morir, recité un poema de Villon de más de cinco siglos, y la brujería de las palabras me dio la fuerza necesaria», señala el autor, que en su huida tuvo que cambiar su identidad y apariencia física.
Aunque el libro está escrito en primera persona, «para explicar esos momentos en los que salí de mí mismo cambio a la tercera persona, no como truco narrativo, sino porque lo experimenté así, fue una metamorfosis».
Cuando Barbereau fue detenido en febrero de 2015 en presencia de su mujer rusa y su hija, fue víctima de un kompromat, un expediente comprometedor creado con pruebas falsas para inculparlo y condenarlo, en este caso por pedofilia y difusión pornográfica.
Barbereau asegura: «Este tipo de montajes para deshacerse de un oponente político, un periodista o un competidor vergonzoso es algo común en Rusia. La justicia no es independiente, se puede instrumentalizar; pero lo que fue inusual en mi caso fue que yo era francés, trabajaba para el Ministerio de Asuntos Exteriores, mi papel era animar la amistad franco-rusa en el campo de la cultura».
Su propia huida demuestra, añade, que «el servicio secreto ruso no es tan poderoso como le gustaría creer», al haber burlado su vigilancia, y el hecho de que «Navalny sobrevivió a su envenenamiento constata que la poderosa mafia que controla Rusia también tiene debilidades, porque un sistema de represión perfecto no nos habría dado ninguna posibilidad».
Yoann Barbereau se muestra también crítico con la diplomacia francesa, en la que hubo «personas incompetentes que tardaron muchísimo en analizar adecuadamente la situación, y que luego no pudieron negociar ni presionar, y también hubo cobardes, que prefirieron proteger sus carreras antes que actuar y mostrar el coraje necesario».
Barbereau se aleja del tono crudo que emplea para describir el funcionamiento de las cárceles, del sistema judicial y del sufrimiento vivido para recordar «preciosos paisajes, costumbres y a la gente amable que conoció en su estancia en Rusia». Chéjov o Golovánov abren varios capítulos, en un reconocimiento que hace el autor a «la gran literatura rusa». La historia ha tenido tal impacto en Francia que hay un proyecto para contar la aventura de Barbereau en una serie, confirma el propio profesor.
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