Sinceramente, no creo que la culpa de todo la tenga Yoko Ono. Ni siquiera creo que César Strawberry lo piense. Pero ya es oficial, entre las ciberturbas y el poder judicial el contexto ha sido condenado a la irrelevancia y el líder de Def con Dos a un año de cárcel. No es más que la confirmación en los tribunales de lo idiotas que nos hemos vuelto.
La cita aislada, fácilmente etiquetable, hasta censurable, se ha impuesto al contexto. Repasando entrevistas a escritores, algunos de ellos amigos, de los últimos meses, he podido comprobar que en la mayoría de las ocasiones se cuelan preguntas sobre el supuesto mensaje feminista o machista de una novela o sobre si encierra un mensaje de derechas o izquierdas. El objetivo es un titular, una frase que llame la atención de los consumidores de información. El contexto importa un pito. Se busca el encasillamiento en un bando amigo o enemigo, se identifica a los personajes de ficción con el autor, se olvida el pacto de lectura que implica toda creación artística.
A veces esas novelas, esas canciones, esas películas a través de las que se pretende clasificar personalmente al autor no son más que un maravilloso modo de pasar el rato con historias que muestran una realidad llena de tonos grises, sin bandos blancos o negros, rojos o azules. Otras veces, efectivamente, reivindican algo, pero nunca de un modo tan simple como un hashtag.
El etiquetado público precede a la comprensión lectora, así que cuando un libro o una película llegan al día de su estreno la ciberturba o los medios más sesudos ya nos han avisado de en qué cajón hay que clasificar cada relato y cada autor. Los algoritmos también son buenos, cada vez mejores, agrupando prejuicios.
La creación artística ayuda a comprender lo que sucede y, cuando no somos capaces de interpretar adecuadamente lo que leemos, escuchamos o vemos en una pantalla corremos el riesgo de mezclarlo todo, de barajar las etiquetas sin ton ni son. Hay quien viaja a Siria porque se cree un libro, quien cree que Don Quijote pasó por su pueblo, quien vota a Donald Trump porque parece ficticio y quien condena a un artista por el ejercicio de su profesión. Las etiquetas sin contexto son un lío. Hasta los jueces se lían.
Yoko Ono es inocente, pero vivimos en Ultramemia.
NOTA: Hoy no me apetecía recomendar un libro, como es habitual, sino todos.
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