Martes en Zenda. Martes de literatura de no ficción. Martes, en este caso, de El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática, el último ensayo de la escritora e investigadora cordobesa Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973), publicado por el sello editorial Anagrama. Autora de algunos de los libros más relevantes dentro del pensamiento contemporáneo acerca de epistemología digital y cultura en el seno del poscapitalismo, Zafra inició con El entusiasmo y Frágiles una línea investigadora acerca de las consecuencias de los mecanismos de producción sobre la naturaleza de las relaciones humanas y la salud mental, línea a la que da continuidad en El informe, donde presta especial atención a las formas en que lo burocrático y lo administrativo rigen la propia lógica de la existencia en muchos ámbitos de la experiencia actual.
Ante este panorama, Remedios Zafra se rebela y dice a la vez sí y no. No a la violencia burocrática, a la tristeza administrativa y a la deshumanización tecnológica; al desafecto que se extiende entre los trabajadores cuando su tiempo está ocupado por tareas que nada tienen que ver con su propósito: investigar, enseñar, crear… Sí a transformar esta situación, a liberar el tiempo propio, del que nacerían mejores ideas y mayor compromiso con aquello que hacemos, con la sociedad, los cuidados y el planeta, la atención que requieren la justicia y la ciencia, o el goce de la cultura.
Este informe pone al mando el alma y el estómago frente a tecnologías que en nada contribuyen a la emancipación. Frente al hartazgo de un hacer mecánico que engendra desapego, la autora se pregunta: ¿qué está en juego si el trabajo intelectual sigue cediendo a la obediencia?, ¿quiénes perturbarán a las personas para recordarles que son personas?, ¿quiénes intentarán cambiar pesimismo por crítica, resignación por vínculos?»
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Autora: Remedios Zafra. Título: El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros.
Ya pasé los sesenta. El primer libro que mi padre me compró en la Feria del Libro en Madrid -era un canijo de seis años- fue un álbum de cromos con los cromos ya puestos que trataba de como sería el año 2000. Y allí aparecía un cromo hablando de robots, que decía exactamente lo que se dice al principio del artículo: «la idea de un futuro en el que el ocio ocuparía el centro de nuestras vidas mientras las máquinas trabajarían por nosotros y crearían riqueza». Y efectivamente llegó el año dos mil, comparé el álbum con el presente y concluí que el engaño había sido monumental. La tecnología destruye más trabajos que los que perviven y unifica muchísimos de éstos últimos. La precariedad laboral se impone poco a poco, la conciliación familar es un mito cada vez más lejano. Los padres y madres, ambos trabajadores por obligación, no tienen casi tiempo para educar en valores y buenas costumbres a sus hijos. Muchos trabajos son indignos y los empresarios prefieren para pagar menos a semi esclavos que provienen de la inmigración globalizada. En suma, gracias Papá (q.e.p.d.) por la ilusión de todos esos esos años de la infancia, pero la humanidad sigue igual o peor y la tecnología nos ha hecho más infelices. De hecho sólo ha cambiado las catapultas por misiles hipersónicos.