Martes en Zenda. Martes de literatura de no ficción. Martes, en este caso, de Horas de invierno, un conjunto de breves ensayos autobiográficos —y, en el fondo, de apuntes éticos y estéticos que terminan de perfilar su particular poética— publicados por la escritora estadounidense Mary Oliver (Maple Heights, Ohio, 1935 – Hobe Sound, Florida, 2019) en el año 1999, y ahora traducidos por primera vez al español por Regina López Muñoz para el sello editorial Errata Naturae. La delicadeza punzante de la mirada de Oliver queda fijada en estas páginas a partir de su propia experiencia, marcada por una profunda conciencia de su entorno y su interacción con él.
Así, por ejemplo, del relato de aquellos días en los que la poeta emprendió la construcción de una cabaña que sirviera de espejo y refugio para el alma, antes incluso que para el cuerpo, pasamos a la crónica de su meticulosa atención hacia las arañas con las que convive, o a la descripción de ese instante, inexplicable y sagrado, en el que dos ciervos se le acercan en el bosque y le lamen la mano.
Y es que, si bien la autora se halla en deuda permanente con otros grandes poetas a los que dedica también exquisitas páginas en este volumen —Whitman, Frost, Poe… aquellos «a los que acudimos en busca de un refugio contra el caos de nuestra propia experiencia»—, ella misma reconoce que «no podría ser poeta sin la naturaleza, pues para mí la puerta al bosque es la puerta al templo».
A través de una mirada tan sobria como sagaz, Mary Oliver ve el mundo con una claridad que muy pocos poseen. Y de este modo nos ofrece la posibilidad de aprender a experimentar nuestras propias vidas con un fulgor propio de la más bella y misteriosa de las auroras. Pues, al fin y al cabo, «¿quién sabe qué hay más allá de lo conocido? Y, si crees que cualquier día podrías recibir el secreto de la luz, ¿no tendrías preparado el hogar de tu mente?»».
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Autora: Mary Oliver. Traductora: Regina López Muñoz. Título: Horas de invierno. Editorial: Errata Naturae. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Deliciosa poetisa, deliciosos sus poemas, llenos de vida y de nostalgia…
Entré y puse todo
sobre la mesa: cebollines, perejil, eneldo,
el zapallito como una luna pálida,
las arvejas con sus zapatos de seda, el maíz
hermoso que la lluvia empapó.