Zenobia Camprubí Aymar (1887-1956) fue una de las personalidades más interesantes de la primera mitad del siglo XX. Mujer moderna, brillante e inquieta, luchadora, independiente, comprometida socialmente con la igualdad de la mujer y las necesidades de los niños, la suya fue una vida plena involucrada en innumerables frentes. Huyendo de los convencionalismos del género biográfico, en el que los datos históricos y sociales a menudo impiden un acercamiento profundo a la persona recordada, este libro muestra la personalidad íntima de Zenobia Camprubí a través de un conjunto de textos a menudo omitidos en las biografías tradicionales: diarios, notas, reflexiones, correspondencia. El resultado es una biografía sorprendente, emocionante y conmovedora. En ella la voz de Zenobia resuena sin intermediarios para transmitir sus anhelos, sus preocupaciones, que fueron muchas, su dolor, que representa al de muchas mujeres de aquellos años, y, sobre todo, la increíble energía y el amor sin límites con que acometió todas las facetas de su vida y todos y cada uno de los proyectos en los que se embarcó. Amor y energía que le valieron el apelativo de «la llama viva», por parte de Juan Ramón Jiménez.
Zenda adelanta un fragmento de Zenobia Camprubí: La llama viva, de Emilia Cortés, editado por Alianza.
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Las ocupaciones de Zenobia van en aumento: en 1950 trabaja en el Club del Congreso y en Maryland, donde le han aumentado el sueldo; además, en junio y julio da un curso a veintitrés oficiales del ejército, en el Pentágono. Buenos Aires solicita de nuevo la visita de Juan Ramón para el verano y el poeta decide que sea en 1951. La vida continúa, atareada pero tranquila. Thelma Lamt escribe su tesis sobre Juan Ramón, Betsy Roberts se convierte en ahijada del poeta y Epi, Shattuck y su hermana, además de Hannah, vienen a visitarlos. Zenobia alterna todo esto con laringitis, enfriamientos, alergias…, enfermedades menores a las que está acostumbrada.
Sabemos que Zenobia es una mujer moderna, y esto puede apreciarse también en la manera en que enfoca su economía. Han disfrutado de su coche durante los últimos nueve años y deciden comprar uno nuevo, un cupé Chevrolet, para lo que piden un préstamo al banco que pagarán durante dos años; a este préstamo se une el de la casa, y ambos suman un total de 200 dólares al mes. Además también abren una ventana a poniente, en la sala, al pie de la escalera, que «deje entrar la luz melosa de poniente que tanto nos gusta a los dos», algo que Zenobia desea desde hace tiempo.
Este año de 1950 va a ser especialmente duro para la pareja a causa del estado de Juan Ramón, que se complica. En febrero, Zenobia piensa: «El venirnos a vivir al campo, no cabe duda que nos aísla y es tan poco conveniente cuando J.R. no puede trabajar como conveniente para el trabajo». La preocupación constante por el poeta la lleva a confesar:
Yo estoy no en un túnel sino en una noria. Me parece que no administro bien […]. Me preocupa nuestro porvenir cuando seamos demasiado viejos para seguir en la Universidad. Hay que pensar en soluciones posibles.
[…]
Es un periodo malo para ella, muy agobiante; atiende sus clases y acompaña al poeta en el hospital, además de ayudarle en todo: «Tengo que tratarlo con dureza para conseguir que coma, tome medicinas o se mueva, y esto me destroza». Juan Ramón completa su rosario de hospitales ingresando en el Casualty Hospital, lugar horrible donde el Dr. Verges quiere que sufra “la disciplina dura de un hospital” en lugar de los mimos de Zenobia:
El viernes lo fui a buscar y lo llevé, atravesando paisajes de otoño dorado, hasta el sanatorio. J.R. iba quejándose de que iba débil porque le habían servido un almuerzo incomible que había tenido que desaprovechar en gran parte, hasta que yo le dije que no necesitaba comer mucho metido todo el día en la cama, que yo había dado tres horas de clase en la universidad, subiendo a la 1, y para estar allí a la 1.30 no había podido tomar más que un vaso de caldo frío (se me olvidó que era viernes), una tercera parte de mi plátano y una tostada, todo de pie, y que iba a tener que seguir en actividad constante hasta la hora de cenar y, al cabo del día, habría recorrido unas cuarenta millas de tráfico pesado.
Este ajetreo hace mella en Zenobia, cansada, inquieta, y se ve obligada a quedarse en casa y descansar. Realmente el estado del poeta es problemático: «Juan Ramón tiene un extraordinario desdoblamiento de su persona para verse desde dentro y desde fuera, y se diagnostica mejor que nadie». Realmente Zenobia es el eje de Juan Ramón, el eje de la pareja, el eje de la vida de ambos. No hay duda de los sentimientos de Zenobia:
J.R. para mí es perfecto, más entrañable cada día, pero profundamente pesimista, analizándose con una claridad que me parte el corazón. Tengo que ser valiente y, lo más cruel para mí, dura con él a veces.
Sus clases en la universidad le ayudan mucho a seguir adelante:
Para mí, el trabajo de la Universidad es una especie de antídoto que me conserva el equilibrio. La clase de poesía me la dirige él y es el momento de mayor tranquilidad y gusto para los dos en el día. No vacila ni un momento.
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Autora: Emilia Cortés. Título: Zenobia Camprubí: La llama viva. Editorial: Alianza. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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