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Derecho a soñar, de Raquel Lanseros

Derecho a soñar, de Raquel Lanseros

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reinaun libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página. 

A continuación reproducimos la carta escrita por Raquel Lanseros, que lleva por título «Derecho a soñar».

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El amor hacia la tierra en la que hemos nacido es uno de los rasgos que caracterizan a nuestra especie. Quien ama a su pueblo cultiva, pues, un sentimiento universal, por paradójico que pueda parecer, aunque es aconsejable — yo incluso afirmaría que imprescindible— que la pasión por lo propio venga aparejada de un conocimiento amplio del mundo como para comprender asimismo el valor de lo ajeno. Sobre la importancia del aprendizaje del orbe, Cervantes escribió: «El andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos». Así, el cultivo de las raíces puede convertirse en una fecunda indagación sobre el concepto personal y colectivo de identidad que acabe uniendo al individuo con la larga cadena de la humanidad.

La trascendencia del origen es de tal dimensión que nunca termina de abarcarse desde el análisis sincrónico, sino que exige un esfuerzo forzosamente diacrónico para poder aproximarnos a su comprensión. Por eso, definir lo que somos engloba siempre el conocimiento de lo que fuimos y la proyección de lo que seremos o, al menos, de lo que desearíamos ser. No en vano afirmó Goethe que «quien no sabe llevar su contabilidad por espacio de tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad y sólo vive al día». Para tratar de interpretar el presente y concebir un futuro es necesario ejercitar el conocimiento profundo del pasado. En palabras de Confucio, «estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro».

"Es prácticamente imposible definir España, como lo es definir la poesía, la belleza, el amor o la nostalgia"

Hemos nacido en una tierra con un pasado muy complejo —ninguna tierra, en cualquier caso, posee un pasado sencillo— que en los últimos siglos ha sufrido además episodios especialmente infortunados y muy dolorosos. A la vez, hemos nacido en una tierra rica en Historia, en patrimonio, en paisajes, en rostros, en voces, en potencialidades. Es prácticamente imposible definir España, como lo es definir la poesía, la belleza, el amor o la nostalgia. Pero del mismo modo, es casi imposible también para los nacidos en ella (así como para sus residentes y visitantes) no poseer una idea, un sentimiento, un concepto personal de lo que España significa y constituye. En este sentido, hay casi tantas Españas como personas que la conocen, porque el concepto de patria —de matria debiera yo afirmar, en un sentido más amplio e inclusivo— tiene mucho que ver con fuerzas intangibles y orgánicas que yacen en las vivencias particulares de cada individuo, en su experiencia biográfica, en sus circunstancias, en su personalidad, en sus apegos y desafectos, en sus sueños y en sus derrotas.

«Me duele España», pronunció Unamuno, en una sentencia de una enorme plasticidad que expresaba el sentir aparentemente contradictorio de toda una generación, por cierto una de las mejores de nuestra Historia reciente. La oración verbaliza con mucha valentía los sentimientos encontrados que nos provoca nuestra identidad colectiva, inevitablemente enorgullecedores y vergonzantes al mismo tiempo. Acaso la existencia humana sea un engranaje tan intrincado de opuestos en forzado equilibrio que la verdadera sabiduría consista en asumir esta divergencia crónica. Así lo expresó Antonio Machado: «Lo contrario es también frecuente. No basta mover para renovar. No basta renovar para mejorar». Lo cual no obsta, como muy bien sabía el gran poeta sevillano, para que nos atrevamos a soñar un futuro mejor.

"Pero recordemos, como nos enseñó María Zambrano, que no se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero"

El quid de la cuestión, llegados a este punto, sería desentrañar las claves que este futuro soñado debería poseer. Probablemente, una vez más, cada individuo tenga sus propias nociones sobre este crucial asunto. En las mías existen algunos trazos que no quisiera olvidar mencionar. Para que poco a poco a los futuros ciudadanos deje de dolerles España —por inevitable que sea que les duela la vida— resulta fundamental en mi opinión fortificar el concepto de justicia, de amor por la sabiduría, de igualdad de oportunidades, de cuidado de los seres vivos —semejantes o no— y del entorno. Quisiera imaginar para mi hijo un país donde todos sus ciudadanos sean realmente iguales ante la ley, donde se apoye la ciencia, la tecnología, la cultura y el pensamiento, en el convencimiento de que son motores esenciales e indispensables a la hora de construir la verdadera prosperidad, donde los entornos naturales sean protegidos como el mayor bien de cara a la viabilidad del progreso, donde se promueva un saludable afecto por lo colectivo compatible con la libertad individual, donde se tiendan lazos a las culturas del mundo mientras se respeta la propia, donde el talento, la curiosidad y la inteligencia se vean premiados con eficaces vías sociales de desarrollo, donde decir la verdad no sea el más peligroso de los actos, donde las artes y la imaginación constituyan un espacio de crecimiento públicamente fomentado, donde el bienestar humano sea valorado en sí mismo y no como un medio para el bienestar jerárquico, donde la razón tenga altas probabilidades de prosperar, donde la pasión no se confunda con la locura ni la tolerancia con la debilidad. Muchos pensarán, naturalmente, que acabo de formular una definición casi perfecta de utopía. Pero recordemos, como nos enseñó María Zambrano, que no se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero. Y también, como hace veinticinco siglos vaticinó Pitágoras, que el principio es la mitad del todo.

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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).

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