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A Berta, mi reina, de Edu Galán

A Berta, mi reina, de Edu Galán

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reinaun libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página. 

A continuación reproducimos la carta escrita por Edu Galán, que lleva por título «A Berta, mi reina».

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Hola, Berta.

Me ha vuelto a liar. Sí, ese. Tu padrino. Arturo. Me pide que le escriba una carta a la futura reina de España donde darle la barrila, pobre, con mis preocupaciones. Qué huevos. ¿Cómo le digo que, así de golpe, la primera preocupación que me salta a la cabeza eres tú? Te cargo, a un bebé de poco más de un año, con demasiada responsabilidad. Ni tienes el encéfalo formado, ni un lenguaje asentado, ni una concepción espacial del mundo, ¡ni todos los molares en orden! Ni siquiera tienes control de los esfínteres. Por cierto, nunca se me hubiese ocurrido que iba a dedicar años y años a limpiarte el pis a las tres de la mañana.

No sé, Berta, que este señor siempre me hace lo mismo. Te cuento más: la chica en cuestión a la que debería escribir se llama Leonor. Tiene dieciocho años y será reina en algún momento. Reina no como las de los cuentos, con trajes rosas y voces cursis. Será una reina de monarquía parlamentaria con sus actos, sus declaraciones en navidad o su permanente exposición pública. Una reina inscrita en el BOE. Esto último me va a costar que lo entiendas.

"Ojalá normalices un hecho inusual, al menos en mi generación y las anteriores: contemplar a una reina, a una jefa del Estado, a una mujer con verdadero poder"

Te lo confieso: a veces pienso en ella porque, por tu culpa, se me ha agrandado el tiempo. No se me ha alargado —voy a palmar cuando deba— sino que se me ha agrandado: jamás había dedicado tantas horas a rumiar el futuro. Además, gasto muchas noches imaginando qué edad tendrás la última vez que te vea. Me gustaría que pasases los cuarenta, pero sabe dios. Esta matraca me obliga a pensar en quienes te acompañarán en tu viaje vital: tu familia, tus amigos, tus parejas, tu sociedad. Mis cuarenta y cuatro años —los cumplo hoy, ya sabes— van sentimentalmente ligados al padre de Leonor. Se llama Felipe y, como es rey, lo numeran. Le ha tocado el sexto y proviene de un largo linaje histórico que espero que algún día aprendamos juntos. Él y yo nos llevamos doce años; su hija Leonor y tú, dieciocho. Al igual que los amigos permanecen en la edad de cuando los conociste, a Felipe VI continúo llamándole príncipe de Asturias. He estado de acuerdo con él, en desacuerdo, en crítica feroz: el rey me ha despertado más sentimientos que una película de Mickey de esas que vemos en Disney+. Felipe forma mi tiempo como Leonor formará el tuyo. Ojalá normalices un hecho inusual, al menos en mi generación y las anteriores: contemplar a una reina, a una jefa del Estado, a una mujer con verdadero poder. De lo último me alegro un montón porque, en el fondo, espero que esto te anime y que algún día tengas más poder que ella. Serías una especie de Emperatriz Intergaláctica con dejes dictatoriales pero con mucho cariño a su padre, el Emperador emérito.

"Ojalá Leonor se regale, de vez en cuando, alguno de los dislates propios de tu edad"

Eso sí, en algún momento, como hice yo antes, deberás pensar con seriedad en la monarquía y decidir tu posición: monárquica, templada o anti —lo que se conoce como republicana—. Espero que si, tras las lecturas históricas y políticas necesarias, te decides por lo último no seas irracional. En el aspecto humano, asumir el papel de una reina me da miedo —esa consciencia de demasiadas miradas desde tan pequeña— e incluso puedo entender el pavor de sus padres. Su relación con los ciudadanos no va en dos sentidos, sino en uno. Muchos españoles la sentirán suya, incluso propia, y otros tantos la sentirán ajena, incluso intrusa, aun sin que Leonor los conozca. Esto, afortunadamente, jamás te ocurrirá a ese nivel. Pero entiende, Berta, que en ese balanceo emocional se mueve España: una sociedad democrática, compleja, a la que Leonor deberá enfrentarse, al menos en público, poniendo buena cara. Ella deberá remontarse a la hipervigilancia de su vida íntima, a un compromiso sobrehumano o a la tabarra de leer que «simboliza la nación española» o «representa a nuestro país».

Con esas frases tan rimbombantes en parte le cuentan la verdad pero espero que, por su bien, recuerde que fue niña como eres tú ahora, cariño. Ojalá Leonor se regale, de vez en cuando, alguno de los dislates propios de tu edad: reír o llorar a destiempo, imaginar territorios imposibles o recordar, durante uno de sus innumerables compromisos —una recepción a los segundos subsecretarios de recogida municipal de enseres, por ejemplo—, aquello que escribió el actor italiano Marcello Mastroianni en sus memorias. «No quisiera parecer un esnob, pero creo que el término que utilizan los franceses es muy acertado: para decir interpretar, ellos dicen jouer, que en italiano sería giocare (jugar)». Es decir: que Leonor se permita jugar de vez en cuando, como debes estar haciendo tú ahora en la guardería.

"Hay más soluciones en las artes que en todos los periódicos del año"

Aparte de los habituales —salud y seguridad—, te cuento otro de mis miedos, Berta: que te sientas sola. Si ya tu soledad me parece inabarcable, no me quiero imaginar cuánta puede acaparar una reina. Ni siquiera su familia o sus profesores podrán darle respuesta. Odio dar consejos, Berta, pero me toca interpretar a un padre: para evitar la soledad de niño raro, a mí me ayudó el cine, la música, la literatura o la historia. Ahí encontré consuelo donde otros, incluidos tus abuelos, no podían dármelo. En ese lugar creo que tanto tú como Leonor tendréis manuales para vuestras relaciones personales y ella en particular para sus relaciones institucionales o la comprensión de los diversos escenarios por los que se moverá este país. Hay más soluciones en las artes que en todos los periódicos del año.

Una vez, en un programa de Buenafuente, un amigo cómico de papá, dije en público algo que llevo defendiendo mucho tiempo en privado: «Lo mejor de ti son siempre los demás». Los demás: algunos maravillosos, otros viles, algunos inteligentes, otros idiotas, algunos excepcionales, otros comunes. Berta —y le aconsejaría lo mismo a Leonor—: trata de escucharlos a todos, especialmente a los que no piensan como tú; júntate siempre con gente más inteligente y más buena; discierne quiénes te quieren utilizar —no sé por qué, creo que Leonor los olerá a distancia— y estudia con detenimiento, en la vida y en las ficciones, los comportamientos de los demás, incluso aquellos que señalan lo que no hay que hacer.

Pues que te quiero mucho, mi macaca.

A ver si se me ocurre algo para el encargo de tu padrino.

Madrid, 12 de marzo de 2024.

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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).

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