Álbum Línea de fuego

¿Puede una persona cruzar 430 kilómetros en plena guerra por amor y no llegar a ver a su amado por unos pantalones? ¿Puedes salvar una vida y que esa persona salve la tuya?... Aquí viene la historia de mis abuelos, Belén García Pastor (1917) y Juan Gutiérrez Martínez (Almansa, 1915). Saber sumar y escribir era un lujo no al alcance de cualquiera y Juan lo sabía. Fue destinado a intendencia en Talarrubias (Badajoz), en el frente de Extremadura, junto a su amigo Antonio (hermano de mi abuela). Un día ocurrió algo. El coche de Juan frenó de repente. En la cuneta alguien se agazapaba... No había empuñado nunca su pistola y con mucho miedo le dijo, «sal». Era un soldado, con el uniforme destrozado, irreconocible y tembloroso. Dijo, «no sé si vienes a matarme», y sin saber de qué bando era, el otro le respondió «sube al coche», «vente conmigo» y «ponte ese uniforme». Martí así lo hizo... «Nunca le pregunté de qué bando era.» «Tampoco me importaba.» Por aquellas fechas, un alto mando republicano estaba cerrando un trato en la fábrica de calzados Sendra cuando el padre de mi abuela le pidió que si podía ir con él a Extremadura a ver a su hijo Antonio. «¿Puedo ir yo también?» «Pero, niña, ¿tú sabes adónde vamos?» «Sí, señor, al frente.» Belén quiere ver a su novio. «Subid al coche, el chófer está en la puerta.» Recogen una muda de casa. Los aviones los sobrevuelan. «Niña, ¿quieres bacalao?» «No, señor, a mi hija no le gusta.» «¡Dios, que hambre tenía!» «¡Antonio, sal de la trinchera!», tu padre y una chica joven están esperándote. «¡Mi padre y mi novia!» «Con esos pantalones rotos no te van a dejar salir, Antonio», dice Juan, «ponte los míos». Se los intercambian. «¡Pero, hermana!, ¿qué haces aquí?, ¿y mi novia?...» «¿Y Juanico?» «Juanico no puede salir, me ha dejado sus pantalones para que pudiera salir yo.» «Ufff...» La guerra se acaba. «¡Retirada!» «¡Maldigo a mi padre por no dejarme ir a aprender a nadar.» El agua me llega al cuello. «De este río no salgo.» Nos pisan los talones... Se me hunde la cabeza varias veces, empiezo a tragar agua. «Cógete a mi cuello, Juan», dice Martí, «yo te saco de aquí». En la otra orilla nos abrazamos. «¡Salgamos de aquí!» En casa el ruido de los camiones por la noche no nos deja dormir. La tapia del cementerio está cerca... «Soy Alfredo, decidle a mi mujer que me llevan», «Soy Francisco, decidle a mi madre que la quiero». Sonido de disparos y el silencio. La guerra no ha terminado para todos. Toc, toc... «¿Quién es?», «¡Maldito encargo!»... Juan y Belén se casaron. Tuvieron dos hijas (una de las cuales murió con cinco años, esperando a que llegase la penicilina a España). A Juan la muerte lo abordó en casa con 63 años, aunque a la que se le partió el corazón fue a mi abuela Belén, mi segunda madre... Quiero imaginar que ahora ya no hay pantalones que los separen. @juansg76

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