La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reina, un libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página.
A continuación reproducimos la carta escrita por Antonio Lucas, que lleva por título «En favor de la cultura».
*****
Estoy seguro de que este género, el epistolar, queda demasiado lejos de las preferencias de su generación. A los 19 años, en el siglo XXI, precisamente en este momento del siglo XXI, una carta puede ser para usted, para sus compañeras y compañeros, un récord de extravagancia. Y, sin embargo, las cartas tienen el mismo sentido de confesión o intercambio que un mensaje lanzado desde el móvil, que un privado en Instagram, que un golpecito de voz por WhatsApp. Pero exigen un poco más de tiempo, pensar con más detalle lo que uno escribe.
Como usted sabe más que yo de lo que representa su Casa, le diré que de los entusiasmos en los que estaremos de acuerdo (quizá algunos temas de Rosalía, quizá la música de Billie Eilish, la animación de Miyazaki, las escenas de galerna pintadas por Turner…) sale algo importante —olvidé citar las manzanas—: la certeza de que la cultura dispensa mucho de lo que necesitamos, de lo que admiramos, de lo que asienta los deseos. A algunos de sus antepasados les debemos, al menos yo considero esa deuda, uno de los espacios más alucinantes de Europa. Creo que también es aficionada a la ciencia ficción: pues el lugar al que me refiero es un caserón sideral. Si me dejasen elegir una catedral sensata para Madrid (no busque, estéticamente no la hay) escogería, aunque sólo sea por unas horas, el Museo del Prado. ¡Éste debería ser el templo! Cito Madrid porque es la ciudad donde usted y yo hemos nacido, con unos 30 años de diferencia a su favor. Mi propuesta suena, quizá, a derrape de ‘inquilino’ de la Generación X (por cierto, el concepto Generación X lo acuñó el periodista y fotógrafo Robert Capa, un tipo de biografía y rastro espectacular).
Créame: nada me interesa más que el momento en que vivo, con su sobresalto, con su exageración de prisa, con su incertidumbre, con las cositas de Tik Tok que alguien me enseña, con la IA dando susto. Pero si me dan a elegir (como en la canción de Los Chungitos) me quedo en El Prado. Dentro aloja un buen repertorio de asuntos que uno debe conocer, asumir, entender. La historia de Europa, la historia de España, la historia de las monarquías, la historia de los raros, la historia de las mujeres ‘borradas’ de la historia, la historia de los hombres repartiéndose la historia, la historia del arte, la historia de algunos genios, la belleza y el terror que también es la Historia.
En el Museo del Prado, además, nadie es mejor que nadie. Dentro todos nos igualamos por la base. Es una superficie democrática al ciento uno por ciento. Cuando un territorio logra eso debe ser admirado porque es buen lugar donde asomarse. Un ejemplo: Las meninas no las puede tocar el privilegiado ni el ‘matao’. Ambos, ante la tela, están en el mismo plano de realidad. Ahí nadie es mejor que nadie. Suerte que tenemos.
Insisto en lo del Prado porque de jaleos políticos, institucionales y demás asuntos urgentes y caducifolios de su proyecto de futuro le hablarán con insistencia. No quiero abusar, pero si suma unas rachas de flamenco y unas gotas de poesía sería la princesa más singular de todos los tiempos, que yo sepa. Incluso para un republicano. La cultura, a lo ancho, a lo grande (como representa el flamenco o hace la poesía, expresiones sin multitud pero tremendas), le darán más posibilidad de preguntas y más precisión de respuesta. Cuanto más se sabe, más se goza, más se vive. Mejor es el asombro. Las certezas no siempre crecen, pero la posibilidad crítica de enfrentarse al mundo se ensancha maravillosamente.
Desconozco (y tampoco voy a especularlo ahora) cómo será España cuando usted tenga mi edad. Nadie puede garantizarle nada. Pero algo sí creo poder anticipar, sin superchería: hay poemas que han durado más que las civilizaciones donde fueron escritos; pinturas que sobrevivieron al imperio que las impulsó. Por algo será. La cultura no es moda, ni sólo un momento concreto. La cultura es usted con sus 19 años, con sus cosas; yo con mis tantos más, con las mías. Y lo que sucede en medio. Y lo que ocurrió ayer. Y todo eso que es pértiga para mañana. La cultura es otra manera de decirnos lo que no sabemos que se podía decir. Lo que en cualquier momento necesitamos saber.
Siempre ha sido así. Y por eso a veces nos va bien.
Si no nos vemos en Rosalía, nos encontramos en Miyazaki. Incluso en El Prado, que es futuro del bueno.
Le deseo lo mejor.
*****
Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).
—————————————
Descargar libro Cartas a una reina en PDF / Cartas a una reina en EPUB / Cartas a una reina en MOBI / Cartas a una reina en KPF
Hacer mención a la cultura y al republicanismo, en estas cartas que leo con mucha curiosidad, me ha parecido un acierto, sr. Lucas.
Pero, como casi todo lo humano, no hay nada homogéneo. Ser republicano por convicción no es lo mismo que serlo por moda o por jacobinismo revolucionario. Hay mucha formas de entender el republicanismo como también las hay de enterder la monarquía (monarquía como jefatura de Estado con poderes, monarquía florero, monarquía escaparate…). No es lo mismo la república de Corea que la francesa, la Rusia absolutista de Putín que la italiana, la república germánica que la cubana o la de la antigua URSS. Todas son repúblicas pero las diferencias, de cara a la población, son abismales.
El defecto en España es que siempre elegimos la peor forma. O elegimos república revolucionaria o elegimos monarquía florero. Pero, puestos a elegir, por mi parte elijo la segunda. No tenemos políticos con la talla suficiente para ocupar una jefatura del estado. Sin ir más lejos, ¿se imagina usted de jefe del estado a cualquiera de los cuatro últimos presidentes?
Por mi parte, la imagen y el prestigio de la actual monarquía es impecable y no me imagino un jefe del Estado visitando otros países y recibiendo mandatarios o embajadores vestido con vaqueros y camisa a cuadros.