La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reina, un libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página.
A continuación reproducimos la carta escrita por Josep Antoni Duran i Lleida, que lleva por título «La esperanza».
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Alteza Real, se acaban de cumplir ciento veinticinco años de la publicación en 1898 de la «Oda a Espanya», del gran poeta catalán Joan Maragall. Como sabéis, es un texto célebre, en el que el autor se queja amargamente de las muertes inútiles en Cuba y de la manera en la que España vivía ensimismada en sus viejas glorias y sin atender al clamor de sus ciudadanos y de sus pueblos. El poema, uno de los grandes textos de la literatura catalana, acaba con un atronador y famosísimo «Adéu Espanya!».
Hoy en día, más de cien años después, con penurias y desgracias en nuestro haber, pero con múltiples logros y esperanzas, las palabras de Maragall, Señora, siguen manteniendo todo el sentido que siempre he hallado en ellas. He defendido y he creído, como defiendo y creo, en la pluralidad de España, en la vitalidad y la razón de ser de una casa común en la que caben todos sus territorios y nacionalidades. Y puedo afirmarlo con fundamento, como catalán con raíces aragonesas, que cuando ha tenido el honor de asumir responsabilidades públicas ha intentado siempre luchar por el bien común y que ha defendido siempre, desde el catalanismo político, tanto la pluralidad de España como la innegable realidad cultural, lingüística y nacional de Catalunya.
Sois consciente Alteza, que en los últimos años han existido desencuentros y conflictos importantes, pero lo que ahora importa no consiste en adjudicar culpas sino en hallar caminos amplios y rectos por donde avanzar todos. Para ello es necesario retomar el sentido común y la concordia. Debemos superar la confrontación, la radicalización, los populismos vacíos, y retomar ese espíritu pactista que, en circunstancias mucho más complicadas y adversas, nos convirtió en un Estado plural y democrático, equiparable a cualquier otra democracia firme y consolidada. Los jóvenes de hoy, Señora, son los líderes de mañana, nuestra esperanza y nuestra única garantía de una sociedad mejor y más justa.
Como princesa de Asturias y de Girona, deberéis en su día asumir las más altas responsabilidades en una sociedad difícil y repleta de retos sociales, políticos y tecnológicos. Todas esas pruebas únicamente podrán ser superadas si hemos vencido las actuales dinámicas de confrontación. Para poder seguir avanzando en lo social, en solidaridad, en libertad y en convivencia, resultará imprescindible resituar la ética y el respeto a la dignidad humana por encima de todas las cosas. No se trata de palabras grandilocuentes: la ética y el respeto son las bases de la convivencia y sin ellas no se puede edificar nada sólido ni duradero.
Por ello, la sociedad en la que estáis llamada a reinar sólo alcanzará su plenitud si se construye con un espíritu dialogante y pactista, con la suficiente altura de miras para entender que un proyecto común y compartido sólo puede erigirse a partir de su pluralidad, de su diversidad y de la lealtad y esfuerzo de todos sus ciudadanos e instituciones.
En esta leal reflexión también me permito trasladaros otra respetuosa consideración derivada de mi condición de lo que algunos califican como «monárquico accidentalista». Percibo la utilidad de la monarquía no sólo como fruto de ese pacto constituyente que nos ha proporcionado, hasta el momento, un largo periodo de democracia, de libertad y de progreso económico y social, sino que la defiendo también como garantía de ese futuro escenario de convivencia que tanto nos urge y necesitamos. La monarquía tuvo su razón de ser en la encarnación de ese pacto constitucional de la Transición, pero hoy en día la legitimidad debemos situarla en su capacidad para arbitrar y moderar. Legitimidad que deberá ganarse día a día. La monarquía del siglo XXI no puede ser la bandera de una facción ni el patrimonio de una parte si de verdad deseamos construir una España en la que todos sus ciudadanos se sientan libres, partícipes y responsables. Su misión, princesa, y la de su generación, no es nada fácil, cuando hoy en día todo tiende a la polarización en la que los sentimientos se imponen a la razón y lo radical y desconsiderado al sentido común y la moderación; cuando prima el individualismo en lugar del espíritu comunitario; cuando se impone el egoísmo sobre cualquier esfuerzo en pro del bien común.
Nos urge fortalecer la esperanza, esa esperanza que se encarna en nuestros jóvenes. En vuestra juventud, Señora. Por ello, os ruego, Alteza Real, que también recordéis en todo momento que en ese mismo «Visca Espanya» de Maragall se incluye una invocación especial e intensa a la juventud. «La juventud —decía Maragall— es la esperanza», y ella nos abre sus brazos acogiendo generosamente los ideales de libertad y de progreso, de solidaridad y de respeto.
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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).
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