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Leonormanía

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reinaun libro colectivo que reúne las misivas que treinta y cinco autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página. 

A continuación reproducimos la carta escrita por Rubén Amón, que lleva por título «Leonormanía».

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Las niñas juegan a ser princesas. Y es posible que Leonor haya jugado a ser niña, abrumada, acaso, por las responsabilidades que la acechan, constreñida a una infancia y a una adolescencia que están siendo y van a ser anómalas en la propia cuestión sucesoria. Bajo los focos. Escrutada. Sobreexpuesta.

Y entiendo que sus padres hagan pedagogía de la normalidad. Con ella y con la sociedad, pero el esfuerzo de los reportajes domésticos y las escenas de la vida militar entre barracones y trincheras no terminan de sobreponerse a la excepcionalidad de la situación.

Empezando por el rito que la extrajo de su infancia a los doce años. Felipe VI le impuso el toisón de oro a su hija como quien la unge en un rito de iniciación. Imponérselo quiere decir que se lo colocó sobre sus hombros, pero también aludía a la definición menos cariñosa del verbo imponer.

Y sabe de lo que habla Felipe VI, pues también le correspondió iniciarse de niño en las obligaciones dinásticas. La voz atiplada de sus primeras ceremonias corresponderá ahora desarrollarla su hija, empezando por los premios que llevan su nombre. Y en otros actos públicos en los que va a ser reclamada.

"Tanto ha cambiado la sociedad entre el juramento de Felipe VI y el de su hija que el hemiciclo de 1986 alojaba un 5% de mujeres frente al 45% que ahora lo identificaba en octubre de 2023"

Porque la niñez, la juventud de Leonor representan la alegoría de la inmortalidad de la monarquía. Un maleficio insolente e inocente de cabellos rubios y ojos claros para quienes se obstinan en cuestionarla o sabotearla. Que no es lo mismo amar la República que utilizarla como pretexto para acabar con el sistema. El régimen del 78, llama Iglesias al milagro de la Transición.

Tanto ha cambiado la sociedad entre el juramento de Felipe VI y el de su hija que el hemiciclo de 1986 alojaba un 5% de mujeres frente al 45% que ahora lo identificaba en octubre de 2023. Leonor, ya mayor de edad, no acudió al Parlamento a coronarse ni a sacudirnos con el cetro, sino a someterse a la Constitución que tanto vilipendian los parlamentarios regicidas. Y cuya letra define e identif ica las limitaciones de su poder en el contexto de la democracia representativa.

Le hubiera convenido a la princesa Leonor un dispositivo de seguridad y de aislamiento menos extremo del que acordonó la Carrera de San Jerónimo. No podían los ciudadanos acercarse al Congreso ni trasladar el fervor con que se identifica el delfinato. Resultaba gélido y aséptico el ceremonial, como si hubiera una distancia (ficticia) entre la soberanía y el pueblo.

Impecable iba la princesa en la sobriedad de la indumentaria blanca. Como las novias en el altar y los toreros que toman la alternativa. La arropaban su familia, el ejército y el incienso parlamentario. También lo hizo el discurso de bienvenida de Francina Armengol —«una mujer joven en la España de hoy»—, aunque nadie pudo acompañarla al altar cuando le pusieron delante la misma Constitución que juró su padre y cuya invocación solo requirió doce segundos.

"Se trata de neutralizar los peligros del borboneo y de contener la pulsión endogámica de la estirpe"

Leonor de Borbón desempeña impecable su papel de princesa de Girona y de aspirante al trono. Es la razón por la que tanto asusta al soberanismo y al republicanismo. La degradación de la Corona que había procurado la fase letal del juancarlismo ha encontrado la respuesta y el antídoto en el propio linaje.

Porque Felipe VI ha logrado asear la institución a expensas del destierro paterno. Y porque el porvenir de la monarquía se remite a la pulcritud de la princesa Leonor. Sobria. Carismática en su propia timidez. Y políglota.

No porque hable inglés, francés o chino, sino porque también se desenvuelve con total solvencia en el catalán. Por eso deben pensar los ultras del soberanismo que Leonor es la niña del exorcista, en su don de lenguas, en la encarnación del íncubo monárquico y en las cualidades de la bilocación.

Guapa y lista. Nótese en el género de los adjetivos. No hace falta decirlo. O sí hace falta, pues ocurre que la coyuntura hipersensible del feminismo favorece la condescendencia de republicanos y de los indepes. Ya que tiene que haber un monarca… pues que sea una mujer.

La primera reina española desde que Isabel II fue constreñida a abdicar, aunque es difícil explicar la candidatura de Leonor sin el ejemplo que ha sabido inculcarle la reina consorte contemporánea.

Se trata de neutralizar los peligros del borboneo y de contener la pulsión endogámica de la estirpe. Por eso reviste tanta importancia el papel silencioso de la regente. Letizia ha aportado su genética y su perfeccionismo al porvenir de la institución. Es ella el cuerpo extraño, pero también la tutora de la futura reina y quien mejor puede protegerla de los cortesanos taimados.

"No se hubiera encontrado nadie más idóneo en un casting que la princesa Leonor. Sobria, cosmopolita, simpática, renovadora"

Tendríamos antes una primera reina mujer que una primera mujer presidenta del Gobierno, de tal manera que la vetusta institución monárquica anticipa la expectativa del heteromatriarcado al compás de la leonormanía.

Así llaman las portadas de la prensa del corazón al hallazgo informativo mercadotécnico de la heredera, cuyo grado de devoción explica que la pasearan en un descapotable aprovechándose la inercia del ritual del juramento.

No se hubiera encontrado nadie más idóneo en un casting que la princesa Leonor. Sobria, cosmopolita, simpática, renovadora. Decía Rosa Belmonte que colgaría su imagen encima del televisor. Que es el altar mayor de los hogares y el lugar donde los conspiradores soberanistas advierten una presencia demoniaca. Suena entre bisbiseos y ruido de sables la melodía subversiva del himno de Riego, pero las supersticiones, ilusiones nostálgicas y las pulsiones magnicidas —muchas de ellas anidan en el nacionalismo cavernario— subestiman la inercia dichosa de la monarquía parlamentaria.

Juan Carlos I fue el timonel. A Felipe VI le ha correspondido asear la casa y defender la Constitución del desafío soberanista. Y a Leonor puede que le termine beneficiando su propio género. Una mujer reina, una reina mujer cuyo proceso de entronización a fuego lento tanto la expone al escrutinio general como la colma de obligaciones y le ajusta el peso de la corona.

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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).

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VV.AA. Título: Cartas a una reinaEditorial: Zenda.

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