La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reina, un libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página.
A continuación reproducimos la carta escrita por Ignacio Camacho, que lleva por título «Pacto de soberanía».
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Su Alteza Real:
Si existe ese consenso, que las encuestas demuestran, es porque los titulares de la Corona han sabido combinar la legitimidad de origen —la constitucional, respaldada además en referéndum por amplísima mayoría— con la de ejercicio. Y las circunstancias más delicadas que ha atravesado el sistema monárquico vigente han sobrevenido cuando esa legitimidad de conducta ha flaqueado o se ha perdido. No es necesario recordar, porque usted lo ha vivido en familia, el precio que don Juan Carlos hubo de pagar por olvidar el compromiso de ejemplaridad sobre el que los monarcas modernos cimentan su autoridad moral y su prestigio, los únicos factores que justifican —legitiman— el privilegio de un poder dinástico que, aunque muy limitado, supone una excepción en el principio democrático de la igualdad de todos los ciudadanos.
Se trata de un pacto de soberanía. El pueblo, fuente del poder constituyente, admite una excepción singular y reglada en sus mecanismos representativos a cambio de una garantía de continuidad, unidad y neutralidad institucional depositada en la Corona por su arraigo en la tradición histórica. Delega, en una palabra, la ultima ratio de su legítima autonomía para preservar la cúpula del Estado de las tensiones políticas y alejarla de sesgos partidistas y de instintos sectarios. La Corona es el símbolo de la voluntad de concordia reflejada en la Constitución, y como tal sólo tiene sentido en la modernidad si cumple su parte del trato con una conducta digna de encarnar la representación colectiva de los ciudadanos. No es, o no sólo, que el rey o la reina deban parecerse al pueblo, sino que deben personificar sus ideales a través de un comportamiento modélico, conforme con los valores del momento. Es decir, dar ejemplo. Constituirse en paradigma cívico, político, reputacional, ético. Generar crédito y respeto para convertirse en instancia a la vez generadora y depositaria de consensos.
La monarquía moderna surge de la Constitución y funciona con arreglo a las leyes que la desarrollan, pero se asienta sobre un conjunto de intangibles. Con un margen de actuación muy cerrado, para no interferir en las libertades de los ciudadanos, se desempeña a base de liderazgo moral. Una línea invisible que sirve de referencia para establecer los valores de la vida pública. Auctoritas sin potestas. Rigor, austeridad, honestidad, sensibilidad, escucha activa, transparencia. Y una escrupulosa imparcialidad para ejercer la tarea de moderación y arbitraje que el ordenamiento le encomienda. Los reyes no tienen ideas, y si las tienen no las expresan. Salvo, claro está, aquellas que defiendan la tolerancia, los derechos humanos, la dignidad de las personas, el entendimiento y la convivencia.
Es así como sus padres, don Felipe y doña Letizia, han atravesado durante estos diez años una complicada sucesión de contingencias críticas. Como lo hicieron don Juan Carlos y doña Sofía, en tesituras aún más difíciles, hasta que el primero extravió la brújula de su extraordinaria intuición perceptiva. Como suele recordar el rey reinante, nadie le dejó una hoja de instrucciones escritas. El ejercicio de la Corona no tiene más bitácora que la Constitución, y usted deberá establecer su propia ruta con arreglo a la formación recibida. El modo en que su padre está sorteando las dificultades de esta etapa polarizada en una sociedad profundamente dividida puede servirle de guía. Pero cada tiempo tiene sus condiciones específicas.
El firmante, escéptico por carácter, alberga sin embargo pocas dudas de que Leonor I accederá al trono. Las tentativas de disrupción se han ido desinflando poco a poco, y el blindaje constitucional es sólido. Aunque el sentimiento republicano ha crecido porque el final del período juancarlista se hizo penoso, la actual Corona recupera confianza, ascendiente, popularidad y apoyos. Y el refuerzo de las primeras apariciones de SAR como heredera ha sido un éxito pleno. Es probable que, al igual que en otras monarquías europeas, la sucesión se efectúe por abdicación y no por fallecimiento, de manera que si todo va bien usted podrá contar con el criterio experto de un padre que ya ha pasado por el complejo trance del relevo. Nada está hecho, desde luego. La Historia dispondrá, cuando toque, pero a juzgar por los indicios la continuidad dinástica está en buen camino. Los españoles podemos sentirnos al respecto razonablemente tranquilos. Y muchos, sobre todo los más jóvenes, confían en el espíritu renovador, el carisma emocional y la sintonía social de un reinado femenino.
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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).
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