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Tiempos nuevos, tiempos antiguos, de Eduardo Torres-Dulce

Tiempos nuevos, tiempos antiguos, de Eduardo Torres-Dulce

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reinaun libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página. 

A continuación reproducimos la carta escrita por Eduardo Torres-Dulceque lleva por título «Tiempos nuevos, tiempos antiguos».

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Alteza:

Estáis viviendo desde vuestra mayoría de edad y el juramento ante las Cortes Generales como princesa de Asturias los primeros momentos, los primeros pasos de vuestro protagonismo institucional y constitucional.

Sobre vuestra persona reposa la larga tradición de los Monarcas y de diversas dinastías que construyeron y desarrollaron junto con millones de ciudadanos de toda clase y condición lo que llamamos España. Desde 1978 esa tradición se ha engastado en una Constitución que nos dimos los españoles abriendo un horizonte de democracia, de derechos y libertades, consagrada en un Estado social y democrático de Derecho. Una conquista histórica que nadie puede ni debe negar porque fue una conquista de todos asumiendo un impresionante consenso de reconciliación nacional. Desde ese momento, Alteza, España se unió al conjunto de países libres y democráticos y unos años más tarde se integró en Europa, una aspiración, una realidad por la que muchos lucharon en años oscuros y de plomo autocráticos. Ese legado no puede perderse porque es lo que cimenta ya desde diciembre de 1978 el futuro de convivencia, paz y libertad de todos los españoles. La monarquía, que Vuestra Alteza encarna como princesa de Asturias bajo la jerarquía de vuestro padre Su Majestad don Felipe VI, que como Jefe del Estado, tal y como proclama el artículo 56.1 de la Constitución, es el símbolo de su unidad y permanencia. La unidad de la Nación española es el eje de nuestra Constitución, que se fundamenta, nos dice asimismo el art. 2º, «en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles».

"Será, serán, tiempos nuevos, que si el desarrollo tecnológico no se detiene, o lo detiene, uno de esos cisnes negros con los que la vida nos sorprende, condicionarán o gobernarán nuestras vidas"

Nada de todo ello podéis ignorar, como tampoco los graves desafíos a los que en la actualidad nos enfrentamos España, los españoles y nuestro sistema constitucional gobernado por el Estado de Derecho, que es el único que garantiza la convivencia en paz, las libertades y derechos constitucionales, la prosperidad de todos y una Nación asentada en las coordenadas de libertad e igualdad para todos, sin distinción alguna. Vivir ese pasado y tradiciones junto con los desafíos de los tiempos actuales supone un bagaje que Vuestra Alteza sabrá, todos estamos seguros de ello, valorar en su sentido constitucional.

Alteza, cuando reinéis, viviréis tiempos nuevos, posiblemente tan nuevos que cuando echéis la mirada hacia atrás, hasta estos momentos en los que comenzáis vuestro compromiso constitucional, quizás os domine el vértigo de los recuerdos, de las cosas pasadas y vividas, la rapidez del tiempo fugado, porque el tiempo, como advertía Garcilaso de la Vega, «no hace mudanza en su costumbre». Será, serán, tiempos nuevos, que si el desarrollo tecnológico no se detiene, o lo detiene, uno de esos cisnes negros con los que la vida nos sorprende, condicionarán o gobernarán nuestras vidas.

"Nunca cunda el pesimismo que paraliza el ejercicio del combate contra todo ello que debe liderar los mejores, y entre ellos, de nuevo estoy seguro, Vuestra Alteza"

Pero, Alteza, serán también tiempos antiguos, tan antiguos como las eternas aspiraciones de los hombres y de las mujeres de vivir en libertad e igualdad, en convivir en paz con un horizonte de prosperidad. Quizás se haya cambiado o retocado la Constitución de 1978, pero si los españoles nos sentimos como tales, esa nueva norma fundamental o sus retoques y enmiendas no deberían cambiar la brújula de consenso que presidió aquella. La Corona que encarnará Vuestra Alteza, algo que deseo de todo corazón y con la máxima lealtad, deberá continuar siendo quien garantice el Estado de Derecho, la unidad y las libertades de los españoles. Creo, Alteza, que ese es el gran desafío de los tiempos que vienen. Oponerse y luchar, no rendirse jamás, a demediar el Estado de derechos y libertades, la justa convivencia en paz de los ciudadanos españoles. Ni la tecnología, ni las grandes corporaciones que las crean y pretenden gobernar el mundo con ella, ni los movimientos cainitas, nacionales ni internacionales siempre al acecho de la reducción y destrucción de las libertades individuales y colectivas deben prevalecer. Vuestra Alteza, estoy seguro de ello, contemplará ese nuevo y antiguo mundo, con esa perspectiva de liberalismo personalista de naturaleza humanista. Justo los principios con los que Robert Schuman, Alcide de Gasperi, Jean Monnet, soñaron y pusieron los cimientos de una Europa que surgía de las ruinas de la devastación de la Segunda Guerra Mundial. El hombre, el individuo, como razón de todo porque pese al caos que tantos apocalípticos predican interesadamente, el hombre prevalecerá, como proclamaba William Faulkner al recibir el Premio Nobel de Literatura. No perdáis, Alteza, nunca la perspectiva de la necesidad, ya ineludible, de vivir en un mundo global, cuyos desafíos de cambios climáticos, injustas e intolerables desigualdades, oscuros intereses de armas y guerras, seguirán estando presentes. Nunca cunda el pesimismo que paraliza el ejercicio del combate contra todo ello que debe liderar los mejores, y entre ellos, de nuevo estoy seguro, Vuestra Alteza.

Y educación y cultura porque sin ellas no se construye ningún futuro en común, un futuro libre y joven, más justo, menos discriminador, con la prosperidad para todos antes que mutualizar ideológicamente la pobreza, un futuro apasionante, limpio y decente, como el que deseo para Vuestra Alteza.

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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).

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Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

Bien el artículo pero quizás adolece de cierto idealismo utópico. Pero, bueno, en general estoy de acuerdo con él. Es evidente que don Eduardo es ideológicamente monárquico, cosa que es muy de respetar.

La verdad es que del conjunto de estas misivas a la futura reina se podría hacer todo un estudio sociológico de la sociedad española. Tambien varios estudios psicológicos o psiquiàtricos sobre varios de los personajillos que han escrito.

Hay casos extremos, muy curiosos y dignos de ser calificados de esperpénticos, como es el caso rufianesco, el caso coletas y el caso simoníaco obrerista (la sra. Simón). Pero, en general, predomina la cantención, la moderación y el raciocinio incluso en posturas alejadas; los hay republicanos, los hay monárquicos y los hay simplemente constitucionalistas.

Con ello, quizás se pueda sacar la conclusión de que, a pesar de todo, predomina en este país la moderación y el buen juicio. A pesar de todo y a pesar de los grupúsculos extremistas que lo emponzoñan todo y que hacen tantísimo ruido pero que se quieren imponer a todos los demás. Totalitarismo, que se dice.

Un acierto estas cartas. Espejo de país.