Quince escritores, reunidos por Sergio del Molino, cuentan Historias del Camino en este Año Jacobeo. Este nuevo libro gratuito de Zenda —el quinto en colaboración con Iberdrola—, que lleva por subtítulo Ficciones y verdades en torno al Camino de Santiago, incluye relatos de Rosa Belmonte, Ramón del Castillo, Luis Mateo Díez, Pedro Feijoo, Ander Izagirre, Manuel Jabois, José María Merino, Olga Merino, Susana Pedreira, Noemí Sabugal, Karina Sainz Borgo, Cristina Sánchez-Andrade, Ana Iris Simón, Andrés Trapiello e Isabel Vázquez.
El libro, que no estará a la venta en librerías, está editado y prologado por Sergio del Molino, coordinado por Leandro Pérez y Miguel Munárriz y la ilustración de la portada es de Ana Bustelo. La versión electrónica de Historias del Camino podrá descargarse de forma gratuita en Zenda desde hoy. A lo largo de los próximos días, además, en Zenda iremos publicando los diferentes relatos que pueblan el libro.
Hoy es el turno de Karina Sainz Borgo y de su relato, titulado «Todas las voces conducen a Santiago».
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Todas las voces conducen a Santiago
Son las diez de la mañana. En el número treinta y tres de la rúa das Carretas, un centenar de personas espera frente a la Oficina del Peregrino para obtener su Compostela, el documento que acredita haber cumplido al menos cien kilómetros de cualquier ruta Jacobea. «¡Cuatrocientos veintisiete!», «¡Cuatrocientos veintiocho!», «¡Cuatrocientos… veintinueve!». Aunque hay pantallas que informan, el guarda sigue enumerando en voz alta. Afuera llueve. El agua no parará hasta la hora de comer. Bienvenidos a Galicia.
Al menos siete caminos conducen a Santiago de Compostela, la tercera ciudad de peregrinación del cristianismo junto con Roma y Jerusalén. Desde el descubrimiento del sepulcro del Apóstol en el siglo IX, la ruta se convirtió en territorio compartido. «Europa se hizo peregrinando hacia Compostela», reza una inscripción en la rúa de Aller
Ulloa. Peregrinar es un rito común a la mayoría de las religiones, pero también una industria, y en Galicia más. En 2019, más de 350.000 personas llegaron a la ciudad para completar al menos un tramo del Camino. Aquella fue su cifra récord, pero llegó 2020 y con este el Coronavirus: las visitas se desplomaron un 80% debido a las restricciones de movilidad para controlar la pandemia.
«El sentido está en el camino»
A la plaza del Obradoiro, a estas horas cubierta con una boina de nubes negras, no paran de llegar peregrinos. El Camino de Santiago tiene una sola meta, pero infinitos puntos de partida. Julieta y Alessandra vienen de Italia. Comenzaron en Saint-Jean-Pied-de-Port, estación del Camino Francés, que han completado después de recorrer durante un mes Roncesvalles, Pamplona, Logroño, Burgos, León, Astorga y Ponferrada, hasta entrar en Galicia por O Cebreiro. Alessandra, que es psicóloga, deseaba vivir la experiencia, pero Julieta es algo más escéptica. «Todos han intentado venderme algo», dice mientras despliega el acordeón de credenciales y sellos que certifican su expedición.
Madrugadora como las italianas, una familia llega al Obradoiro desde Oporto. Los mueve más un cambio de ciclo que el fervor religioso. «Vivimos en Londres durante diez años, ahora hemos vuelto a Portugal. Hemos hecho el camino para empezar todo de nuevo», explica Marcos, que lleva el cabello recogido en un moño rematado por tres plumas. Su madre Teresa y su hermana Tatiana asienten, pero al momento de hablar, un nudo de llanto les impide continuar. No son las únicas a las que les ocurre. Paco, que viene desde O Cebreiro con su esposa Alicia, descansa con un Fox Terrier de cinco meses en brazos. El animal tiene aspecto de estropajo: está calado hasta las orejas, y aunque el dueño intenta describir qué siente, apenas puede hablar de la emoción. «Es el Xacobeo más difícil de todos», gimotea.
«El sentido del Camino es el Camino mismo. Es una búsqueda en la que es importante el esfuerzo físico. La dureza del camino es una lucha de la dureza contra ti mismo», intenta explicar el periodista y escritor Pedro Cuartango sobre el entramado de euforia y abatimiento de los peregrinos que completan su ruta. Tiene razón Cuartango y las voces de quienes se reúnen esta mañana en Santiago lo demuestran.
Perdón de los pecados en cinco idiomas
en Santiago la Fe crece como un pan mojado. A las once de la mañana llueve aún con más fuerza, pero eso no disuade a los que aguardan en la Praza da Quintana de Vivos para acceder a la Catedral. En una hora se celebrará la misa del Peregrino. Cuando aún estaba vigente la reducción del aforo al 50%, podían entrar 220 personas, no más. Cuando coincide con año Santo Compostelano, hay más feligreses y viajeros con interés por conocer esta iglesia que comenzó a construirse en 1075 y hoy es conocida en todo el mundo como Bien Cultural Patrimonio de la Humanidad.
Dentro de la catedral se habla poco y en voz baja. Las personas se mezclan y miran deslumbradas todo cuanto las rodea: el coro de piedra, el sepulcro o el botafumeiro, el incensario de plata que cuelga desde lo alto (se necesitan ocho personas para moverlo) y que se usa en contadas ocasiones solemnes. Aunque el acceso está restringido, uno de los lugares más visitados del templo es el pórtico románico de la Gloria realizado por el maestro Mateo, el más grande de los arcos de la catedral y su tímpano está presidido por la figura del apóstol Santiago.
Tras la restauración que devolvió la policromía a sus figuras, las visitas están restringidas y así permanecen debido a las medidas sanitarias impuestas por la Xunta: sólo 25 personas por turno. Se celebran cuatro en la mañana y cuatro en la tarde, lo cual supone un total de 300 personas. Para subir a la Torre Norte o de la Carraca, desde donde se ve toda la ciudad, los grupos se reducen a 15. Todo está medido y controlado. El sepulcro del Santo es el lugar de la catedral donde más recogimiento se percibe, aunque también lo hay en las capillas laterales donde los sacerdotes imparten la confesión en inglés, francés, alemán y español. Pórtico, sepulcro y perdón de los pecados, todo en uno. Aquí el que no cree es porque no quiere.
El verano es mano de santo para el Camino, todavía más en año Xacobeo, dice Segundo Pérez, antiguo Deán y Delegado de Peregrinación, que entra a su despacho tras impartir la misa de las doce. «En enero del año siguiente a la pandemia, en 2021, emitíamos dos o tres Compostelas al día, ahora hacemos más de mil. Antes de la pandemia, en un día como hoy, víspera del Apóstol, entregábamos dos mil». Este año abundan los españoles, e incluso los gallegos, más que los extranjeros, asegura, aunque los pasillos están repletos de portugueses, franceses e ingleses. «Aquí, en Santiago, hay misas en inglés todo el año. Desde hace cinco años, un sacerdote filipino es quien atiende a los peregrinos de habla inglesa. Las misas las damos los canónigos, que somos once, y en las confesiones hay unos veinte, son sacerdotes jubilados o extranjeros».
Convencidas y conjuntadas
Las mujeres de la familia López-Cuevas llegaron a un acuerdo. Harían todas juntas el camino de Santiago, con una condición: no las acompañaría ningún hombre. Daba igual que fuese un marido, un hijo o un hermano: ellas comenzarían y acabarían su travesía sin varón alguno. Salieron las ocho desde Granada, la ciudad en la que viven,
y comenzaron su recorrido desde Sarria, en Lugo, uno de los puntos de inicio más conocidos del Camino Francés, a cien kilómetros de Santiago de Compostela.
Convencidas y conjuntadas —la mayoría lleva mascarillas color rosa—, comenzaron su caminata el 18 de julio y acabaron el 22. «Terminamos ayer, pero no conseguíamos número y nos hemos quedado», dice una señalando la fila de personas que esperan ser atendidas en la Oficina del Peregrino. «Yo no me voy sin la Compostela», le contesta su sobrina. «¡Ni yo!». Se quitan la palabra la una a la otra, pero ninguna aclara los motivos exactos por los cuales han dejado a los hombres en casa. «El año pasado fue tan malo, pero tan malo, que decidimos juntarnos las mujeres de la familia y hacer este reto», explica una de las granadinas. Llueve, hace frío y están agotadas, pero les da igual, cualquiera podría verles la sonrisa, incluso desde el Monte do Gozo. Sus risas desembocan en Santiago, el lugar al que llegan todas las voces del mundo.
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VV.AA. Título: Historias del Camino. Editorial: Zenda. Descarga: Fnac y Kobo (gratis).
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