La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reina, un libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página.
A continuación reproducimos la carta escrita por Carmen Posadas, que lleva por título «Un tanto a favor».
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Querida Leonor:
Antes que nada me presentaré: acabo de cumplir setenta años, soy sudaca y no soy monárquica. Sucede que nosotros, los del otro lado del charco, somos más hijos de la Revolución Francesa que de la dinastía borbónica. Para que te hagas una idea, a día de hoy todos los presidentes latinoamericanos al jurar su puesto lucen una banda cruzada con los colores de su país, inspirada en los sansculottes. Por tanto no está en mi ADN ni en mi tradición y tampoco concuerda mucho con mi sentido común pensar que alguien, por el mero hecho de nacer en determinada familia, pueda convertirse en jefe o jefa de Estado. Dicho esto, como siempre me ha gustado sopesar los pros y los contras de todo, reconozco también las virtudes que tiene una monarquía parlamentaria. Sé por ejemplo que en el ranking de democracias plenas los primeros puestos los ocupan países con ese sistema político y otro tanto ocurre con la lista de países más prósperos. Sé también que el hecho de que el jefe de Estado sea un rey o una reina presenta ciertas ventajas como, por ejemplo, ejercer de árbitro y de contrapeso gracias a una auctoritas que un presidente de gobierno a veces tiene pero otras, no. Y sé por fin (aunque yo no me sienta identificada con esta particularidad) que la monarquía cuenta con un componente mítico y místico que conecta a nivel emocional con el sentir de muchísimos ciudadanos, concita adhesión, afecto y gran admiración. Todo esto es así y supongo que tú también lo sabes. Como sabrás también, porque imagino que ya lo estarás experimentando, que ser reina no es precisamente una bicoca. Y menos aún en los tiempos que corren. La gente está convencida de que tu vida está llena de privilegios y de ventajas. Obviamente las tiene pero tiene también su precio, y no es barato. El primero y para mí más oneroso es la pérdida absoluta de libertad. No eres libre para opinar, para moverte, para elegir tu futuro y posiblemente tampoco para enamorarte. Los tiempos han cambiado y ya nadie te obligará a casarte con un Paquito Natillas como le ocurrió a tu inmediata antecesora Isabel II. Pero serás tú misma quien pondrá límites a tu libertad viéndote obligada a elegir a alguien que a su vez esté dispuesto a renunciar a mucho por estar a tu lado. Al fin y al cabo, si ser reina está lejos de ser una ganga, ser «marido de» lo es aún menos.
Me imagino que a estas alturas estarás pensando que soy una pesada y una aguafiestas. Al fin y al cabo tienes dieciocho años, eres guapísima, cuentas con una preparación sólida y en tus hasta ahora escasas apariciones públicas has sabido ganarte el favor y quizá también el fervor de muchos. Posees además otra ventaja adicional nada desdeñable: eres mujer, y así como hasta hace muy poco nuestro sexo era una rémora y, en el caso de las reinas de tiempos pretéritos incluso un peligro, hoy es un tanto a favor. Uno que te será especialmente útil. Desde luego no soy quién para darte consejos, pero solo te diré una cosa: a lo largo de la historia ha habido, como es lógico, muchos más reyes que reinas. Y, sin embargo, es fácil constatar que, salvo dos o tres deshonrosas excepciones, el porcentaje de buenas soberanas es muy superior al de soberanos. Mujeres extraordinarias, astutas, inteligentes, hábiles y capaces de sobrevivir a todo. Ahí están si no los ejemplos de Cleopatra; Teodora; Leonor de Aquitania (¿llevas quizá ese nombre por ella?). También Isabel la Católica; Isabel I de Inglaterra; Margarita I de Dinamarca; Catalina de Rusia; María Teresa de Austria; Isabel II de Inglaterra y tantas otras. Existen distintas explicaciones de por qué es así pero la que más me gusta es la que ofrece la historiadora Antonia Fraser. Utilizando como modelo para su teoría a Boadicea, otra gran reina del siglo primero de nuestra era, Fraser explica que hasta hace muy poco las mujeres han tenido un papel secundario en la historia y sin embargo, en tiempos atribulados, cuando los hombres se mostraban confundidos, dubitativos y desorientados, es cuando ellas daban un paso al frente y conseguían salvar la situación. No digo yo que las circunstancias actuales sean comparables a cuando esta reina guerrera acaudilló con éxito a varias tribus britanas en el mayor levantamiento que se produjo en Britania contra los romanos y puso en jaque nada menos que al emperador Nerón. Pero tampoco son tiempos fáciles y, quién sabe, tal vez seas tú la que ahora logre conducir con mano firme eso que Antonia Fraser llama «la triunfante cuadriga de Boadicea».
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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).
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Me encanta siempre la lectura de la aurora Carmen Posadas, muy interesante, sabe expresar con certeras palabras lo que muchos de nosotros pensamos, estemos más o menos de acuerdo. El término sudaca lo tomo como cariñoso porque es lo que ella se merece, todo nuestro cariño igual que muchos de sus compatriotas y otros hermanos de América. Un abrazo.
El calificativo que se ha aplicado usted misma, doña Carmen, no me parece bien. Suena efectista pero es un tanto despectivo. No se debería utilizar por nadie, creo yo.
Respecto a su artículo, decirle que el poder siempre es un problema que nunca se resuelve bien. Sobre todo porque todos lo desean, desde los más estúpidos a los más malvados.
El actual monarca y su hija son impecables y nos representan bien. Con un poco más de poder de decisión estaría mejor… Pero las líneas sucesorias son un problema. Se me ponen los pelos como escarpias imaginarme de reina a la influencer o de rey al broncas. ¡Vaya primitos! Tampoco me imagino, en el caso de república a un jefe del estado con coleta, a uno zapatiesto o otro rajado.
Parecería que una república presidencialista pudiera ser mejor, con un solo sujeto o sujeta a la que elegir. Pero ahí está Usa que debe elegir entre un geriático y un energúmeno. Y con botón nuclear en su mano.
Una república con dos poderes, como la francesa, parece ser otra solución. Pero ahí los tienes que nunca se aclaran entre ellos y que, al poco de ser elegidos, la población ya no los aprueba.
La italiana es otro caso de bicefalia republicana, en un caos permanente. Quizás sea la forma de funcionar aunque quizás sólo los italianos sean capaces de ello.
Quizás retornar a costumbres ancestrales y que un consejo de ancianos rigiera los devenires de los países sería una solución mejor.
Por cierto, sra., sus artículos son un placer leerlos.
Saludos.